Los apicultores de la Costa da Morte dan por perdida la campaña de la miel este año

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

La producción, en general, ha caído en picado esta temporada

12 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Un desafortunado cóctel de factores ha conducido a que la presente campaña apícola sea de las peores de los últimos años. No hay color, por ejemplo, con la temporada pasada, que fue bastante buena en cuanto a producción. Entre el tiempo cambiante y la escasa floración, este 2020 está siendo desastroso.

«De punta a punta da costa galega estamos na mesma situación», comenta el bergantiñán Alberto Pose. Forma parte de una amplia red de contactos de apicultores y solo se salvan los del interior de la comunidad, donde las temperaturas, dice Pose, «non son tan cambiantes como aquí».

Desde el pasado otoño ha llovido demasiado y eso, además de afectar a los cultivos de muchos agricultores, ha diezmado también la campaña mielera. «Este ano penso que non vou recoller nada», dice Evaristo París, de Olveira (Dumbría). «Non sei que pasou este ano que non houbo floración. Eu ata as tiven que alimentar no mes de marzo, porque senón morríanme todas», añade el dumbriés, que tiene un centenar de colmenas y que ya da este año «por perdido».

El toxo no sacó flor en abril como es costumbre, y el eucalipto, que otros años suponía un filón para los apicultores, tampoco está funcionando bien. Ahora podrían tirar con el castaño, «pero xa lles é bastante tarde», señala Evaristo París. Aguardan por un tiempo más benévolo lo que resta del verano y por la floración del maíz, a ver si en ese momento pueden recuperar algo de la campaña, aunque sea lo mínimo.

«O negocio das abellas é un negocio moi cativo», sentencia París: «Facémolo porque nos gusta, porque se nos poñemos a facer contas non dá». Coincide el bergantiñán Alberto Pose: «Hai que estar moi enriba delas, coidalas e facer inversión. Témolas por afección, e se conseguimos sacar para cubrir gastos xa nos vale». En su caso, tiene 300 colmenas repartidas por varias zonas de Coristanco y Carballo, de las cuales logró el año pasado sacar unos 2.300 kilos de miel. La recolección se hace en los meses de verano y otoño, pero ya en mayo recogió 300 kilos de este manjar proveniente del eucalipto. «E se máis houbese, máis se tería vendido», asevera.

El problema viene cuando, aparte de hacer frente a las inclemencias del tiempo, les toca lidiar también con la mano del hombre y su imprudencia. El año pasado echaron herbicidas en una finca lindante a la suya y le mataron 28 de 36 colmenas que allí tenía. «Sorte que as tiña aseguradas», comenta, pero lo cierto es que es una verdadera lotería. Y lo peor, asevera, es que es la propia Administración la que echa mano de estas técnicas sin pensar en el daño al medio.

Un producto con gran salida entre particulares y tiendas por su elaboración artesana

La miel artesanal triunfa entre clientes particulares y establecimientos de venta de productos ecológicos. Es raro que los apicultores de la comarca no consigan dar salida a todo lo que producen a lo largo de la campaña, y en ocasiones incluso se quedan desabastecidos ante el gran número de pedidos.

«A aceptación é boísima», asegura Pose. «Nós tamén a temos moi rústica e mesmo a embalamos a ollos do que a merca. É unha mel sen procesar que sacamos directamente da colmea para uns bidóns que gardamos nunha habitación na que mantemos unha temperatura constante de entre 21 e 23 graos», añade el bergantiñán. El año pasado sacó 2.300 kilos y, de haber recogido más, más habría vendido.

Les funciona muy bien el boca a boca y notan que, sobre todo en el caso de los comercios, se busca una producción estable. «Moitos clientes que temos, témolos de rebote, de xente que ten cantidades irregulares e chega un punto que non poden satisfacer a demanda. Os comercios están cansos deses que teñen 50 quilos de mel e, ao que os gastan, xa non teñen capacidade para máis», indica este apicultor.

Distinta incidencia de la velutina según la zona de la Costa da Morte

El dumbriés Evaristo París se considera muy «afortunado» porque en Olveira apenas han sentido el ataque de las velutinas. Es una zona muy fría, próxima al embalse de A Fervenza, y eso las ahuyenta, por suerte. En su caso, le basta con colocar algunas trampas para cazar el mayor número posible de reinas durante la primavera, pero no tiene que proteger sus abejas durante el verano porque la incidencia es mínima.

En Bergantiños la cosa cambia y los apicultores se las han tenido que ingeniar para mantener vivas sus colonias. Alberto Pose optó por arpas electrificadas, que es el método más eficaz, pero también bastante costoso (unos 400 euros por cada 30 colmenas). Estas arpas contienen filamentos electrificados separados a una distancia estratégica para que solo las velutinas, que son más largas, reciban una descarga.