Paneles electrificados protegen a las abejas del voraz ataque de la velutina

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

Es uno de los sistemas más utilizados por parte de los apicultores, aunque es costoso

08 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los apicultores de la Costa da Morte ven muy negra la campaña de la miel para este año. Las abundantes lluvias de los últimos meses lastraron la cosecha, y las temperaturas cambiantes están resecando una ya de por sí escasa floración. Las abejas no tienen qué comer, literalmente.

Y ese no es el único obstáculo al que han de hacer frente los apicultores, que en los últimos años se las han tenido que ingeniar para protegerse de la depredadora velutina, que tiene como principal manjar la abeja de miel.

No afectan a todas las zonas por igual. Por ejemplo, en Olveira, donde Evaristo París tiene su centenar de colmenas, no hay apenas incidencia: «Ao estar tan preto do embalse da Fervenza é unha zona bastante fría. Eu téñolle algunha trampa para collelas na primavera, pero nada máis», comenta el apicultor.

Donde sí atacan con voracidad es en Bergantiños, donde Alberto Pose tiene sus 300 colmenas. Hay muchas maneras de proteger a las abejas de su feroz depredador, pero la más efectiva, según Pose, son las arpas eléctricas, un mecanismo costoso pero efectivo que aturde a las avispas sin llegar a exterminarlas totalmente.

Se trata de cables electrificados unidos a un marco hecho habitualmente en PVC. La separación entre los filamentos está estratégicamente estudiada para que solo la velutina reciba una descarga al pasar entre ellos. La abeja, explica Alberto Pose, mide de largo con las alas estiradas 1,8 centímetros, con lo que al pasar entre los cables solo roza uno de ellos, si es que los llega a tocar. La velutina, por su parte, es algo más larga y alcanza los 2,5 centímetros, haciendo contacto con los dos filamentos entre los que pasa y recibiendo una descarga eléctrica que, aunque no llega a matarla, sí actúa como elemento disuasorio para que no vuelvan a aproximarse a la zona.

«A día de hoxe é moi raro que morra unha colmea por velutina», señala Pose, que asistió a numerosos cursos formativos para prepararse en la materia. Sin embargo, el precio hace que muchos aficionados «se boten para atrás» a la hora de adquirir estos equipos de protección. El apicultor calcula que la inversión es de entre 400 y 500 euros por cada veinte o treinta colmenas. Hace falta liquidez, pero también compromiso con esta actividad para sacarla adelante y ganar al menos para cubrir costes. «Hai que estar moi enriba das avellas. Coa chegada da velutina esa xente que as tiña pero que as ía ver unha vez ao mes e as mantiña desatendidas acabou desfacéndose delas cando lle empezaron a morrer coa velutina. Hoxe en día ou as coidas, ou non as tes», detalla Alberto.

Sulfatos

A este apicultor de Coristanco le preocupan más los herbicidas que aplican en fincas anexas y que acaban matando colonias enteras. Le pasó el año pasado en Cances: «Andiveron sulfatando e matáronme 28 de 36 colmeas. Sorte que as tiña aseguradas, pero é unha auténtica lotería: pode pasarche en calquera lado, e a maioría das veces é a propia Administración a que os emprega», lamenta. Este tipo de productos atontan a las abejas: «É como se as drogase e despois non saben nin volver á casa. Acaban por morrer», añade Pose.

Múltiples peligros acechan a un sector que la mayoría tiene como complementario a una actividad principal, al no ver en él una posibilidad real de negocio.

La velutina es uno de ellos, y aunque la campaña de trampeo ha sido muy exitosa todavía está por ver el alcance real de esta plaga durante el verano, época de mayor virulencia. Solo entre los concellos de Carballo y Camariñas lograron capturar durante la primavera más de 25.000 ejemplares de reina, lo que significan otros tantos nidos que no llegarán a formarse durante la temporada estival.