Alfonso Mariño Cotelo | El covid-19 es cosa de todos

Alfonso Mariño Cotelo

CARBALLO

Jose Manuel Casal

EN PRIMERA PERSONA | «Abandoné mi casa llorando hacia el Chuac y con muchas dudas sobre mi regreso»

05 jul 2020 . Actualizado a las 23:13 h.

Cuando el 19 de marzo me comunicaron telefónicamente que era positivo para el covid-19, pensé tras dos días confinado en mi habitación que todo transcurriría sin problemas. Curiosamente ese día me encontraba mejor que los dos previos y no tenía fiebre.

Poco tardaron en cambiar las cosas. A las pocas horas mi temperatura no bajaba de 39 grados, el dolor afectaba a todo el cuerpo, especialmente era tremendo el dolor de cabeza. No percibía los olores y todo lo que llevaba a la boca tenía un desagradable e intenso sabor salado. El día 22 de marzo por la noche apenas podía respirar y mi sangre, según me indicaba un medidor de oxigeno, saturaba al 91 %. En esta situación consideré que debía acudir a urgencias del hospital o de lo contrario mi vida corría un serio peligro. Mis defensas que mucho me quieren, estaban destrozando mis pulmones.

Quince días ingresado

Ingresé en urgencias del Chuac a las 7.30 horas del día 23 después de pasar el mal trago de abandonar mi casa llorando y con muchas dudas sobre mi regreso. Así de dura empezaba la semana. Los 15 días que permanecí ingresado no me gusta recordarlos, pero en las circunstancias por las que estamos atravesando y luego lo entenderéis, es necesario que algo cuente.

Encamado, con severa limitación para los movimientos por la disnea (dificultad respiratoria severa) a pesar de estar conectado al oxígeno las 24 horas. Con fiebre que no cedió hasta el décimo día del ingreso. Sin poder comer, no solo por la falta del sentido del olfato y el gusto, sino por el intenso cansancio y disnea que el esfuerzo de masticar la comida me provocaba. Con muchas dudas sobre mi futuro, con gran preocupación por mis seres queridos, que no lo estaban pasando nada bien y con mucho miedo a no responder a los tratamientos que me estaban administrando.

Me aliviaba este gran sufrimiento el trato que recibí durante los días que estuve ingresado. Difícilmente puedo agradecer el cariño que recibí de todo el personal que demostró siempre una entrega, abnegación, sacrificio y valentía inmensos. Eran conocedores del riesgo que corrían cada vez que entraban en nuestra habitación. Toma de constantes, administración de tratamientos, limpiar la habitación, cambiar nuestra cama después de noches febriles, ayudarnos en todo lo que nos limitaba, alimentarnos. Y todo con una sonrisa, con palabras de ánimo y sin un atisbo de miedo como el que sin duda transmitían nuestros ojos detrás de la mascarilla que obligatoriamente debíamos de tener puesta. Fue crucial el ánimo que nos dieron para poder salir adelante. Gracias inmensas.

Nueve kilos menos

En mi caso, el día 3 de abril empecé a mejorar, cedió la fiebre, recuperé el olfato. El día 4 me aconsejaron que probase a limitar las horas de oxigenoterapia. El día 5 que fue el Domingo de Ramos, pude sentarme durante media hora en uno de los sillones de la habitación. Parecía que salía de lo más grave. El día 6 de abril a las 19.15 horas entraba de nuevo en mi casa, con lágrimas en los ojos, con 9 Kilos menos y con un considerable deterioro físico. De nuevo durante un mes más, encerrado en mi habitación hasta que la prueba de PCR fuese negativa, lo que ocurrió el día 28 de abril. Agradezco los cuidados de Ana, que dejaba en la puerta de la habitación mi comida, mi ropa y todo lo que se necesita para subsistir. Me sentí el Conde de Montecristo durante este tiempo y bromeaba con los que me animaron a través del teléfono a quienes agradezco enormemente su tiempo y la preocupación por mi estado de salud. Gracias inmensas.

Si accedí a relatar mi experiencia, no fue pretendiendo provocar sentimientos de compasión, ni mucho menos. En este momento de desescalada tratando de volver a la vida que hacíamos antes del 14 de marzo, es muy importante recordar que el virus sigue vivo. Cuando escribo esto, hay rebrotes en varias provincias del país y en Centroeuropa. De nuevo grandes grupos de personas confinadas tras tener contacto con el virus o con quienes lo han tenido. No estamos ante una gripe, el desconocimiento del comportamiento de la enfermedad que provoca este virus es total, los expertos no saben qué va a ocurrir en los próximos meses y tampoco saben y así nos lo transmiten a quienes pasamos la enfermedad con síntomas graves como evolucionarán nuestras heridas.

Por eso, prudencia, nadie se va a lavar las manos por nosotros, nadie se pondrá la mascarilla por nosotros, nadie más que cada uno de nosotros puede evitar los lugares con aforos sobrepasados en donde el virus puede jugar la partida a sus anchas, y os aseguro que la gana. Y si el virus gana la partida, lo único que os deseo es que no tengáis que ingresar y pasar por lo que algunos pasamos y por desgracia por lo que muchos no pueden contar ahora como yo lo estoy contando. Por favor, de nuevo pido prudencia, solo así seremos capaces de controlar una enfermedad de la que todavía tenemos todo por aprender y contra la que no disponemos ni de tratamientos ni de vacunas. Es cosa de todos.

Apuntes biográficos. Nacido en Carballo en 1959, es director médico del Centro Oncológico de Galicia y jefe del servicio de Oncología Radioterápica. En 2014 ingresó en la Real Academia Gallega de Medicina. Su mujer, Ana Casais, es la presidenta de la junta local de la Asociación Española Contra el Cáncer.