La empresa suministradora de energía «O Fallas»

Luis Lamela

CARBALLO

Antigua sede de Electra del Jallas
Antigua sede de Electra del Jallas MILLARES

Crónica histórica | El tesón de unos vecinos les hizo ganar una histórica batalla a la eléctrica

29 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos pasados meses surgieron problemas de cortes de energía eléctrica en poblaciones del sur de la Costa da Morte. Por protestas de los vecinos, algunos alcaldes salieron a la palestra y prometieron presentar reclamaciones exigiendo soluciones a las carencias energéticas. Esto me recordó que en el mes de enero de 1963 surgió una cuestión de trascendencia para todo el territorio del Partido de Corcubión, aunque finalmente afectó solo a tres concellos : Zas, Cabana y Vimianzo.

El caso es que la Electra del Jallas -«O Fallas», como irónicamente le llamaban- tenía la exclusiva del suministro de energía en la zona sur de la Costa da Morte. Desde el principio, las deficiencias en el suministro fueron tan acusadas y reiteradas que muchos aserraderos y otras industrias no podían trabajar más que la mitad de cada mes. Y no solo por los continuos cortes de fluido eléctrico, sino también por el bajo voltaje del mismo.

Esas fábricas tenían los obreros con los brazos cruzados, pero los impuestos, las cuotas de la Seguridad Social y los salarios los satisfacían como si trabajasen todo el mes. Nunca se vendieron en la comarca tantas bombonas de cámping gas, velas, linternas, quinqués o grupos electrógenos como en aquella época. Por contra, lo que no se vendían eran electrodomésticos, frigoríficos, televisores o congeladores por los problemas de oscilación en la tensión. La empresa, con prepotencia y sabiendo que no tenía competidores, hacía caso omiso a reclamaciones y protestas de los usuarios, deteniendo el crecimiento de la comarca y condenando a la población a no poder elevar su nivel de vida.

Visitas a los alcaldes

Un día, el abogado José Baluja Marcos, que se había establecido en Val do Cervo-Andragalla (Zas) con un aserradero, sugirió al abogado Braulio Astray Romero tomar cartas en el asunto e intentar poner coto a las iniquidades cometidas por la empresa. Para eso visitaron a los alcaldes de los concellos afectados, desde Malpica hasta Muros, y algunos del interior, al objeto de que les expidiesen sendas certificaciones que reflejasen las deficiencias del suministro.

Con diversa documentación, y con las certificaciones citadas, los dos abogados, a los que se sumó un tercero -Antonio Cortizo Cortizo- formularon la denuncia en la Delegación de Industria de A Coruña, imbuidos de una cierta dosis de pesimismo, conscientes de que en aquel organismo todas las reclamaciones sobre el asunto habían terminado en el cesto de los papeles, en una connivencia manifiesta demostrada por los antecedentes, sabiendo que la Electra y Carburos Metálicos formaban un «tándem» de envergadura, respaldados por unos consejos de administración multimillonarios.

Varios médicos

La denuncia, resultado de una iniciativa privada, fue firmada por los médicos José Astray Romero y José Pérez Maroño; la farmacéutica Teresa Astray Romero; Isidoro Pardo Gómez, José Rodríguez Espasandín, Ramón Vieitez García, industriales, y todos ellos vecinos de Baio; José Baluja Marcos, licenciado en Derecho e industrial y vecino de Zas; José Baños Rodríguez y José Francisco Verdes García, los dos industriales y vecinos de Cabana; Jesús López Rivera y Perfecto Rodríguez Otero, industriales y vecinos de Vimianzo; Manuel y José Lema Esmorís y José Lema Bello, industriales y vecinos de Pasarela.

Por suerte circunstancial, poco antes de presentarla fue destinado a la Delegación de Industria, al frente del departamento que se ocupaba de los temas eléctricos, un ingeniero -Fraga- que no se dejaba doblegar por las presiones existentes. En su despacho se reunieron con Baluja y Astray dos representantes de la empresa, ocasión en la que el ingeniero advirtió a estos últimos que no intentasen influenciarle, puesto que no lo consentiría.

Con la denuncia, levantaron otra liebre: Electra del Jallas, al amparo de un plan provincial de electrificación rural, suministraba energía a la empresa Carburos Metálicos a través de una línea de 66.000 voltios sin que dicha ayuda beneficiase en lo más mínimo a los clientes del medio rural, que eran en origen a quien iba dirigida. Con la agravante, además, de que los propietarios de las fincas atravesadas por la línea de alta tensión no habían recibido ni un solo céntimo en concepto de indemnización.

Millones de pesetas

Al comprobar el ingeniero la total veracidad de la denuncia, con fecha 25 de enero de 1966 dictó una resolución que suponía para la empresa la pérdida de varios cientos de millones de pesetas.

Resolvió «ordenar que por S.A. Electra del Jallas y en el plazo improrrogable de quince días se envíe a esta Delegación de Industria el estudio de las reformas a realizar en las líneas de alta tensión para la normalización del suministro de energía eléctrica en el más breve plazo posible, indicando los plazos de ejecución previstos con objeto de que por esta Delegación se estudie, se dé conformidad y autorización y se vigile su cumplimiento. Decretar la anulación de la tarifa de energía reactiva a todos los suministrados, en que les sea aplicable dicho recargo, realizados por S.A. Electra del Jallas, en los municipios de Zas, Cabana y Vimianzo. Decretar la supresión de mínimos de consumo, facturados por la S.A. Electra del Jallas en los Ayuntamientos antes citados. Imponer a S.A. Electra del Jallas la reducción del 50 % en el importe de las facturaciones realizadas en los Ayuntamientos ya mencionados de Zas, Cabana y Vimianzo, desde el mes de enero de 1965».

Revocada la orden, los denunciantes buscaron otras vías para pelear

Fue un importante balón de oxígeno para los denunciantes, pero al mismo tiempo fue también un espejismo: la realidad se volvió hacia ellos como un hachazo. La Electra recurrió ante la Dirección General de Energía, revocando la orden de la Delegación de Industria, y confirmándose una realidad grosera y un despropósito. Pero los denunciantes no se desanimaron y acudieron a la única vía que les quedaba, la contenciosa, pidiendo protección al Tribunal Supremo.

Contrarrestar las presiones

Conscientes de que la balanza de la Justicia no está siempre ajustada y equilibrada, y que la empresa transitaba a veces por carreteras secundarias, los denunciantes buscaron una forma de contrarrestar las posibles presiones que pudiera utilizar la empresa.

Fue entonces cuando los dos abogados acudieron a Jesús Cerdeiras, el conservero de Camariñas, con el que el magistrado del Tribunal Supremo, Evaristo Mouzo Domínguez, mantenía relación de amistad. Enterado del asunto, Suso Cerdeiras acompañó a los dos a Xaviña, al chalé «A Paxariña», el lugar en el que pasaba sus vacaciones el magistrado. Y al llegar, Cerdeiras dijo a Evaristo Mouzo: «Oe Verito, veño acompañando destes dous amigos que che queren expoñer un problema que lles afecta e que, por suposto, tamén me afecta a min». Una vez puesto Mouzo al corriente del problema, contestó: «Iso que decides tamén me afecta a min, e senón preguntarlle a miña esposa».

Una decisión histórica que afectó a 25.000 habitantes

Planteada la cuestión de recurrir al Tribunal Supremo, Mouzo les anticipó que no estaba en sus manos resolverlo. Él formaba parte de una Sala distinta de la que se ocuparía del caso, pero les animó a recurrir, sugiriendo que el asunto fuese encomendado, como letrado, a su sobrino segundo, Antonio Vázquez Guillén.

A los pocos días, Braulio Astray se desplazó a Madrid para formalizar el recurso, visitando en la sede del Supremo, acompañado de Guillén y del procurador Baldomero Isorna, a Evaristo Mouzo.

El 12 de marzo de 1973 la Sala Cuarta de lo Contencioso dictó sentencia revocando la resolución de la Dirección General de Energía y fallando de acuerdo a las peticiones de los demandantes. Una decisión que afectó a un censo de 25.000 habitantes de Cabana, Vimianzo y Zas.

Lo cierto es que habían hallado en el magistrado «Verito» Mouzo un asidero firme para sujetarse a mejor suerte. Tiempo después, con motivo de la jubilación del magistrado del Supremo, ellos y otros muchos amigos ofrecieron un homenaje a medio de un ágape, muy concurrido, celebrado en Casa Mira, de Vimianzo.

Fueron como un mascarón de proa, un ejemplo para los que vienen atrás.