Juicio del crimen de Cabana: «Julián estaba mal, pensamos que se ía suicidar, pero non facer o que fixo»

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

BASILIO BELLO

Una hermana relató que el acusado se quería separar, pero «Belén quería esperar a que os fillos remataran a carreira»

19 jun 2020 . Actualizado a las 10:21 h.

La cuarta jornada del juicio abierto contra Julián Gil Pose, el cabanés de 58 años acusado de la muerte de su esposa, Ana Belén Varela Ordóñez, de 50, de tres disparos a quemarropa en la tarde del 19 de agosto del 2018, sirvió para que prestaran declaración en la sección segunda de la Audiencia Provincial de A Coruña ocho testigos de la defensa, entre ellos, una hermana del autor confeso del crimen. Todos ellos ofrecieron su versión de lo sucedido, tanto aquel trágico día como en fechas anteriores, así como la vida que llevaba la pareja de forma habitual. Todos señalaron que fue un crimen que causó «mucha consternación» en Cabana y que e «o pobo quedou atemorizado, ninguén esperaba iso. Foi un espanto».

Los más allegados explicaron al jurado que «nadie se imaginaba que Julián fuera capaz de hacer algo así», aunque sí admitieron que lo vieron muy mal, incluso antes de que cogiera, el 2 de agosto del 2018 (es decir, 17 días antes del crimen) la baja laboral por depresión: «Estaba moi mal, antes incluso de enterarse do de Ana Belén [que mantenía una relación con otro hombre]. Estaba máis delgado, nervioso, alterado, desgustado... Na familia chegamos a pensar que podería facerse dano a si mesmo, suicidarse. Sempre pensamos que faría algo, pero contra el, non que puidera facer o que fixo», relató su hermana Manola. Reconoció que la familia «descubriu moitas cousas... Que ela era infiel», admitió. En todo caso negó que la baja laboral tuviera algo que ver con el hecho de que se descubriera que Ana Belén mantenía una relación extramatrimonial. «El xa estaba mal de antes de todo iso». Es más, el día que llegó de Milán, donde trabajaba colocando pladur para una empresa, en el entorno lo vieron «moi mal».

Un hecho inesperado

Manola reveló algo en la sala que hasta el momento no había trascendido en el juicio y es que, supuestamente, era Julián el que tenía intención de dejar a su esposa. Y argumentó: «Dixo que quería separarse dela de forma inmediata, pero foi ela quen non quixo. Belén dixo que durante un ano todo seguiría igual, ata que os fillos remataran a carreira».Después de que eso sucediera sería, presuntamente, ella la que abandonaría el hogar conyugal. Un sobrino del acusado también admitió que Julián no atravesaba precisamente por su mejor momento: «Vímolo mal, que un día ía ocorrer unha desgraza, pero no aspecto de que podería suicidarse».

La hermana, quien en todo momento aseguró llevarse siempre bien con la que era su cuñada y con la que, incluso, tomaba café de forma habitual, negó la versión del entorno de la víctima, al apuntar que el acusado no es machista: «Ao meu irmán non lle parecía mal que a súa muller se fixera operacións de estética, incluso el soubo de que se ía facer unha e non dixo nada, non lle pareceu mal». El testimonio de Manola fue, sin duda, el más relevante de ayer, pero no el único.

Familiares, amigos y vecinos admitieron en la sala que Julián Gil Pose no se encontraba bien anímicamente: «Lo notaba muy raro, nervioso, inquieto...», relató una testigo de la defensa. Otro señaló que sabía que Julián estaba de baja médica, pero ni le preguntó los motivos ni él tampoco le quiso comentar nada acerca de su estado anímico. Este hombre relató que el día del crimen, el 19 de agosto del 2018, se encontró con el autor confeso a media mañana y tomó «dos vinos en una pizzería». Lo encontró «normal» y señaló en la sala que al acabar le dijo de ir a otro bar a tomar algo, pero Julián declinó el ofrecimiento. «Colleu o seu coche e marchou», sin observar nada raro en su comportamiento.

Trabajador y familiar

En todo caso, los ochos testigos de la defensa calificaron a Julián Gil Pose «de boa persoa, moi familiar, moi pendente dos fillos e moi traballador». Alguno incluso relató cómo Julián aprovechaba sus cortas estancias en Cabana para echar un mano en alguna obra sin recibir contraprestación económica alguna por ello.Y sobre la relación que mantenía con Ana Belén, todos la calificaron de «normal». Entendiendo por normal que a los dos se les veía muchas veces juntos,«de ceas e comidas sós ou cos amigos ou as familias». También negaron que tuviera un comportamiento obsesivo o machista con la que era su esposa, ni que la siguiera, la humillara o insultara en público. Y todos tienen claro, a preguntas de la defensa, que si un día regresa a Cabana será recibido con los brazos abiertos. Eso sí, ninguno de los testigos era conocedor de que el acusado escondía un revolver de la marca Rossi, cargado y listo para su uso.

El juicio entra en la recta final con las conclusiones y el veredicto del jurado popular

El juicio contra Julián Gil Pose entra en su recta final después de cuatro sesiones, con testimonios del propio autor confeso del crimen, testigos (de la defensa y la acusación) peritos, forenses... Estaba previsto que finalizara el próximo martes, pero si todo marcha según lo previsto, finalizará hoy (a partir de las 10.30 horas) con las conclusiones definitivas por parte del Ministerio Público, la acusación particular, que ejerce el letrado Manuel Ferreiro Novo, la acusación popular, que lleva a cabo la Xunta de Galicia al tratarse de un caso grave de violencia contra la mujer, y la defensa.

Una vez que las partes consideren si se trató de un asesinato o un homicidio y que fijen sus propuestas de penas para el acusado, este próximo lunes le tocará el turno al jurado popular, integrado por nueves personas, el que se reúna y está previsto que, bien el mismo lunes por la tarde, bien en la jornada del martes, el jurado emita su veredicto.

Cabe recordar que, inicialmente, la Fiscalía solicita para Julián Gil Pose 23 años de prisión por asesinato con alevosía, con agravante de razones de género y parentesco. De forma paralela, reclama dos años y medio de prisión por tenencia ilícita de armas. La misma pena solicita la acusación popular. Por su parte, la acusación particular eleva su petición hasta los 25 años por asesinato y tres años por tenencia ilícita de armas. La horquilla de las indemnizaciones a los familiares directos de la víctima oscila entre los 155.000 y los 238.500 euros.

Por su parte, la defensa tratará de rebajar la condena, alegando que no fue un crimen premeditado y que actuó bajo los efectos del alcohol. La condena podría verse rebajada en unos diez años.