Fernando Vázquez: «De estos veinte años en el Xiria me quedo, sin duda, con el trato humano»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

BASILIO BELLO

El coruñés abre un nuevo capítulo en su trayectoria como entrenador tras dos decenios vinculado al club carballés

15 jun 2020 . Actualizado a las 23:12 h.

El Xiria le presentaba el 9 de agosto del 2000 como un valor seguro y una apuesta por la profesionalidad. «Un hombre de equipo», decía el entonces segundo entrenador, Eduardo Patiño. El coruñés Fernando Vázquez (1971) recaló en el equipo carballés tras dar por concluida su etapa como jugador profesional de balonmano y habiendo sumado experiencia en la Liga Asobal. Llegó al Xiria con idea de quedarse solo por un tiempo, pero finalmente serían veinte años los que el coruñés dedicaría a un club que deja ahora apenado, aunque agradecido por el trato profesional, y sobre todo humano, que ha recibido en estos dos decenios.

-Se dejó ver muy emocionado cuando anunció su marcha hace escasos diez días.

-La emoción es normal: son 20 años en un club y, teniendo en cuenta que yo tengo 49, estamos hablando prácticamente de la mitad de mi vida. Ha habido muchas experiencias en este tiempo -algunas buenas y otras malas o muy malas-, pero vivencias a nivel personal y humano en las que el Xiria ha estado ahí siempre. Las relaciones forjadas estos años ya traspasan el aspecto profesional, ya son amistades.

-Se llevará una segunda familia.

-Eso es, y sobre todo por las horas invertidas, porque yo estaba más en Carballo que en A Coruña. Allí iba a dormir y poco más [ríe], con lo cual es casi más la primera que la segunda familia.

-¿Fue ese uno de los factores que le motivó a cambiar de aire?

-Este club, que se sabrá en próximas fechas, ya mostró interés anteriormente y, además, en él hay gente con la que yo ya he tenido vínculos en el pasado, gente de confianza. Ese era el primer paso para que yo los escuchase, y más en este momento de incertidumbre. De hecho, en el primer contacto les comenté que ni se me pasaba por la cabeza cambiar de club, pero ellos insistieron, me escucharon y me presentaron una oferta que, al final, me hizo dudar y eso ya fue un éxito por su parte. Me pasé varias semanas intentando tenerlo claro, pero al final llegué a la conclusión de que, siendo la primera vez que había dudado en estos veinte años, en los que he tenido otras ofertas, a lo mejor eso ya tenía un significado en sí mismo. Fue ahí cuando tomé la decisión.

-¿Se esperaba durar estos veinte años en el Xiria?

-Para nada, cuando empecé pensé que mi recorrido en el Xiria sería algo momentáneo. Ese año venía de estar jugando a nivel profesional, en concreto en Córdoba, y mi idea era volver a casa, pero al club en el que yo había empezado, el Oar de A Coruña. En aquel momento tuve contacto con los dos, pero el Xiria me convenció más; aunque mi idea era, en uno o dos años, ir acercándome más a casa. Al final, ese año o dos se acabaron convirtiendo en veinte, no porque el Oar dejase de insistir para que fichase por ellos, sino porque la seriedad y el compromiso del Xiria me hicieron pensar que esto quizá podría ser una carrera de futuro.

-¿Con qué se queda?

-Con el aspecto humano, sin duda. Por encima de logros deportivos como esas dos fases de ascenso con el equipo sénior, la fase final del campeonato estatal con una de las secciones juveniles, competiciones gallegos... A nivel personal me quedo con que en el peor momento de mi vida, cuando fallecieron mi padre y mi madre, el Xiria me puso todas las facilidades y me brindó su apoyo incondicional. Lo que necesitase. Eso, para mí, está por encima de cualquier aspecto deportivo.

-Y quizá no todos los clubes hubiesen obrado de la misma forma.

-Seguro. Tuvieron una confianza ciega en que sería capaz de compatibilizar las dos cosas y nunca dudaron de mi profesionalidad durante ese tiempo: tanto la directiva, como los chavales a los que entrenaba o los compañeros.

-¿Cómo ve al club ahora?

-De una forma superlativa. En el momento en el que se apostó por tener a personas que se dedicasen a esto de manera profesional se dio un salto de calidad. Esto es algo casi inaudito, sobre todo dentro del balonmano de base: no hay casi clubes, y menos dentro de Galicia, que tengan contratada a gente profesionalmente. Creo que fue un gran acierto y lo que le ha hecho ser un club superlativo y con una estructura muy sólida y prácticamente única en la comunidad.

-¿Como se sentirá enfrentándose a la que fue su casa veinte años?

-Pues eso va a ocurrir, y además con cierta frecuencia. Lo asumo de una forma bastante natural e incluso como un momento grato, por poder seguir manteniendo contacto con la gente de Carballo, aunque evidentemente lo iba a mantener igual. En todo caso, yo entiendo el deporte como algo sano y no como un enfrentamiento en el que haya que ganar sí o sí al adversario.