Alejandro Castelos: «Os rapadores profesionais tardan un minuto en esquilar a cada ovella»

Luis García / Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Su familia tiene alrededor de mil cabezas de ganado en el Monte Xalo

10 jun 2020 . Actualizado a las 16:52 h.

Alejandro Castelos, de 19 años, encarna a la tercera generación de una familia de pastores en el Monte Xalo (Cerceda). Su abuelo, Olegario Castelos, emprendió camino en el sector ovino hace más de treinta años tras una mala experiencia en la ganadería vacuna de leche. En la actualidad tienen alrededor de un millar de cabezas y cerca de 30 hectáreas de terreno por el que pueden pastar a gusto.

Olegario Castelos, abuelo de Alejandro y fundador del negocio
Olegario Castelos, abuelo de Alejandro y fundador del negocio Ana Garcia

Aunque Alejandro acaba de finalizar un ciclo formativo de producción agropecuaria y tiene idea de continuar con la FP superior de ganadería y asistencia en sanidad animal, lo cierto es que el joven está muy implicado en el negocio familiar, que estos días tuvo faena al coincidir con el esquilado anual del ganado.

«Hai uns días que acabamos, rapámolas todas nun día», dice el chaval. Aunque no se encargan ellos mismos de hacerlo, sino que llaman a un grupo profesional de rapadores llegados de la mariña lucense. Antes contrataban los servicios de un grupo de polacos, pero hace un par de años que decidieron tirar más para casa: «Aparte de ser galegos e darlle apoio a alguén máis próximo, o certo é que nos parece que mesmo funcionan mellor, que teñen os movementos moi medidos e, de feito, tardan un minuto ou minuto e medio en esquilar a cada ovella», señala Alejandro.

Y es que no es cosa menor llevar a cabo este trabajo. Según cuenta el joven, en explotaciones de menor tamaño se animan los propios ganaderos a efectuar esta rapa, que ha de hacerse cada año llegada la primavera. En su caso, con un volumen tan elevado de cabezas, prefieren dejarlo en manos de profesionales: «Se o fixésemos nós tardariamos, ao mellor, cinco minutos cun só animal, e tampouco o fariamos coa mesma precisión. Hai que facer moi poucos xestos e moi precisos porque é moi fácil facerlle un corte na pel á ovella, que, como é lóxico, ten movementos impredecibles. Desde logo é un traballo moi físico e que require de moita práctica e rapidez para poder facelo ben. Hai que seguir sempre o mesmo patrón con cada animal», relata Castelos.

Este año la rapa se ha retrasado más de lo normal y el coronavirus, como no, ha tenido parte de la culpa. No es nada bueno para los animales esperar a que llegue el calor, pero también hay otros motivos que justifican el calendario: «Algo que pouca xente sabe é que cando as ovellas perden esa lá que lles molesta, e debido ao estrés que padecen no momento da rapa, iso é o que lles produce o celo. A tardanza no esquilado significaría que os animais non poderían comezar a ovular (é estacional), o que significaría unha perda económica para a explotación», cuenta el joven Alejandro.

El trabajo de los rapadores es tremendamente estacional y muy concentrado en escasas semanas del año. A los polacos, por ejemplo, les coincidía que cuando acababan la temporada se iban a su región de origen para continuar allí con la faena. Sin ovejas para llevar a cuestas, pero trashumantes, al fin y al cabo.

El grupo de rapadores lucenses les cobran a esta familia del Monte Xalo un euro y medio por cabeza, aunque las tarifas varían en función del tamaño del ganado, como también los kilos de lana que sacan con cada esquilado. Es difícil de calcular, asegura el joven, porque depende mucho de la raza del animal y del tiempo que transcurra entre rapa y rapa. «O que está complicado hoxe en día é o comercio de lá. Hai un só lanero en Galicia que ten que recoller todo o que van deixando os grupos de rapadores. Pola nosa casa pasará para a semana próxima, pero pola lá de 1.000 ovellas podemos sacar uns 150 euros escasos. Non dá beneficio ningún, case dá máis perdas».