El llamativo caso de Vilela, con más bautizos que entierros

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana García.

En la parroquia carballesa hubo dos sepelios y seis bautizos durante el año pasado

16 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La población de la Costa da Morte no para de caer, en conjunto, desde hace muchos años, sobre todo debido al saldo vegetativo negativo (más muertes que nacimientos). Una radiografía que se repite año tras año, y que está en números rojos, sin excepción, en cada ejercicio, y además en todos los municipios de la zona: no se salva ninguno de los 16 de Bergantiños, Soneira y Fisterra, además de Cerceda.

Eso es así con carácter general, con la suma global de altas y bajas, lo que no quita que en algunas localidades sí pueda haber cifras más optimistas. Es lo que pasa, por ejemplo, en Vilela, Carballo, una pequeña parroquia de unos 200 habitantes de la zona norte de Carballo (muy próxima al litoral) donde el año pasado hubo seis bautismos y dos defunciones. Los datos los aporta la Unidad Pastoral de Carballo, que incluye varias localidades, incluida la larachesa de Lemaio. Es cierto que bautizado en un lugar no implica necesariamente haber nacido en la parroquia (ni siquiera todos los nacidos se bautizan, aunque en la zona rural es aún bastante frecuente hacerlo), sino sin duda adscripción al lugar de al menos uno de los padres. Pero lo mismo puede decirse de las defunciones: no todos los entierros son de residentes, ya que a veces se dan casos de emigrantes que escogen su aldea natal para el último descanso. Con todo, es un índice, y más en este caso, en el que en las demás parroquias ocurre justamente lo contrario: es decir, más muertes que nacimientos.

Uno de esos alumbramientos fue el de Sofía, la hija de Pablo López y Alicia Becerra, residentes en Vilela, de donde la natural es ella (Pablo nació en Artes). La tercera hija, para ser exactos. Esta pareja no es que apueste por establecerse en la zona rural, que lo hace, es que además aboga por la familia numerosa. Sofía, que tiene ocho meses, siguió a Daniela y Julia. No son los únicos de los bautizados en el 2019 que residen en la localidad, hay más casos, como también los hay que están fuera por motivos laborales.

Cuenta Pablo que no es fácil quedarse a vivir lejos de los grandes núcleos urbanos. Aunque solo sea por los colegios. Su hija mayor, de 4 años, acude a la escuela a Razo. A las 9 empieza y hasta más allá de las 15.00 horas no está de vuelta. En otros tiempos, la escuela la tendría al lado de casa, en el local que ahora es el centro social de la parroquia, cerrado hace ya mucho. En Vilela, y en tantos sitios.

Las unitarias, salvo en los casos de centros rurales agrupados, claves en su tiempo para dar servicios a poblaciones locales aún nutridas, son ya un eco del pasado.