Teresa Bermúdez: «O traballo da costura é escravo, non tes vacacións e vas con cronómetro»

Cristina Viu Gomila
Cristina viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

BASILIO BELLO

Esta pontecesana cosió porque era la única salida laboral que tenía a mano y ha terminado con una granja de pollos, a pesar de que nunca le han gustado los animales

08 ene 2020 . Actualizado a las 21:51 h.

La vida laboral de Teresa Bermúdez es de libro. Hay en la comarca de Bergantiños tantas mujeres que han hecho lo mismo que ella que su periplo es un ejemplo que se repite hasta la saciedad, solo con pequeñas variaciones. Taller de costura, un par de temporadas en Suiza, ayuda a domicilio y negocio agropecuario para cerrar un ciclo que suele comenzar precisamente en la pequeña explotación ganadera familiar.

«A cidade é moito máis escrava», dice y por eso siempre ha querido quedarse en su Langueirón natal, pero para hacerlo tuvo que limitar sus expectativas laborales hasta reducirlas a talleres de costura en A Bugalleira (Ponteceso), Corcoesto (Cabana) y Cereo (Coristanco). Hoy no hay ninguno abierto y es que en alguno de ellos hubo más de medio centenar de trabajadoras.

Hace años que dejó ese trabajo, para dedicarse al cuidado de sus hijas, porque tenía claro que las dos cosas eran muy difíciles de conciliar. «O traballo da costura é escravo, non tes vacacións e vas co cronómetro», explica.

Cuando comenzó las cosas era distintas, explica. «Collían xente das academias de costura» y la labor era más llevadera, pero con el tiempo las condiciones fueron cambiando y haciéndose más duras, hasta el punto que tenían que apuntar el número de prendas que realizaban en un tiempo determinado. «Non podes parar porque é unha cadea e a seguinte agarda o que fas tí. É todo a correr, canto máis fas, mellor», señala.

Todo ese proceso industrial ha dejado en la cuneta a muchas mujeres que han tenido que reinventarse. «Algunhas das que eran as miñas compañeiras levan furgonetas de panadarías, pero a maior parte non traballan», aclara. Uno de los motivos es que no tienen formación. «Eu fixen corte e confección, pero ás que viñeron despois sé lles ensinaban unha cousa, unha costura recta, por exemplo. Non sabían facer máis». dice. Con tan poco bagaje laboral, buscar un trabajo fuera del taller era casi imposible.

Teresa Bermúdez buscó dentro de las posibilidades que brinda la zona rural. Si en Suiza limpiaba en casas, en el entorno de Langueirón realizó una labor similar, pero cuidando también a personas mayores. La ayuda a domicilio es otro de los nichos laborales para las mujeres de las parroquias. Y permite cuidar de la familia. O la tierra y los animales o las personas. Y si no gusta el ganado las posibilidades son pocas.

Teresa Bermúdez es de esas hijas de labradores a los que nunca le fueron las tareas de la ganadería, pero se casó con un enamorado de las bestias de todo tipo, «que foi de Leiloio», por eso su casa llegó a parecerse a la granja de Pin y Pon, dice ella entre risas. Llegó a ser muy completa y variada la cabaña, porque tuvo hasta avestruces, pasado por faisanes e incluso jabalíes.

Ahora la producción industrial de pollos es lo que ocupa buena parte de su tiempo, aunque reconoce que dedica más a sus hijas y a su casa que a las aves que cría. Se trata de una ocupación llevadera, que le ocupa pocas horas, aunque se necesita valer para afrontar el hedor que provocan 20.000 pollos estabulados, aunque, eso sí, con todos los controles veterinarios en orden.

Los días más duros son los del cambio de población, cuando hay que limpiar y desinfectar toda la nave, pero le va tan bien que ampliará el negocio. Además, como de todo hay que tener cuida pollos de corral, cabritos y ovejas. Incluso un caballo tienen.

Ahora no cambiaría por nada lo que está haciendo. Lleva años sabiendo que no resistiría de nuevo la vida del taller de costura ni física ni mentalmente. «A miña espalda xa non está para iso», dice desde la experiencia de sus 46 años y con, por lo menos, otros 20 por delante para poder jubilarse.

A pesar de lo esclavo que es el taller, reconoce que los sueldos que ofrecían hace 25 años fueron los primeros a los que muchachas como ella pudieron aspirar. Ayudaron a que chicas con escasa formación pudieran tener «unha vida mellor», dice. Además, señala que siempre estuvo asegurada, aunque unos años antes las condiciones laborales eran peores.

Teresa y Fernando, su esposo, constituyen el ejemplo de la economía laboral clásica de Bergantiños: ella en la costura y él, en la construcción. Para sus hijas las cosas ya son distintas. La mayor tira por el oficio del padre y estudia para ser delineante, pero es improbable alguna diga: «Aquí quiero vivir!».