El tío Pepe, sus esclavos negros y la pistola

Ramón Romar

CARBALLO

MATALOBOS

Mi aldea del alma | El escritor e investigador Ramón Romar continúa su serie de historias sobre su pueblo natal: Fornelos (Baio, Zas)

13 nov 2019 . Actualizado a las 20:11 h.

José Romar Castiñeira, Fornelos 1845-1922, era tío de mi abuelo, pero toda la familia le conocía como Tío Pepe.

Eran cinco hermanos, todos solteros menos la mayor, y vivían todos con sus padres. La situación económica debía ser extrema, y cuando tenía 25 años emigró a Oporto, para desde allí ir a Brasil. Hizo el recorrido de 300 kilómetros a pie, descalzo, con calzón de lino hecho en casa -algo llevaría para cubrir sus espaldas- y un «bolo do lar» dentro de un saco.

La masa «do bolo» era igual que la del pan de maíz, más dura y sin levadura. En este caso llevaba tocino picado, ya que era la única comida para un viaje tan largo. Se hacía sobre la lareira: se hacía una hoguera, se separaban las brasas, se ponían unas berzas sobre la piedra, encima la masa, y se cubría con papel, luego berzas, un poco de ceniza y las brasas.

Pasó dos años en Oporto ahorrando para el pasaje a Brasil. Allí se instaló en Río Grande do Sul, donde estuvo 18 años y logró una pequeña fortuna: 3 casas, una fábrica de velas, otra de jabón, y una tienda de víveres con taberna. Aprendió a leer y escribir en portugués, y en el año 1883 le dan un diploma de socio de la Sociedade Portuguesa de Beneficencia.

Para poder atender sus negocios tenía seis esclavos negros. Según comentaba, era lo máximo que autorizaba el Gobierno, para que los blancos no fueran linchados por los negros. No obstante, uno de ellos le puso un cuchillo al cuello y si no fuera por otros negros que le redujeron, posiblemente fuera su fin. Él se sentía orgulloso de los negros y decía que le querían; y cuando se despidió para regresar a España, terminaron llorando temiendo que fueran vendidos, como así ocurrió a pesar de que la esclavitud fue abolida en Brasil en el año 1886.

En 1889 enfermó, quizá de nostalgia o por echar de menos la familia, aunque su madre ya había fallecido en 1868 y su padre en 1885. Vino a España a curarse, y trajo 17.000 pesos de oro. Con anterioridad ya había enviado dinero a sus padres para que compraran el foro que llevaban arrendado.

Una vez restablecido quiso regresar a Brasil, pero sus hermanas no le dejaron. Se veían «millonarias», y le decían que ya eran muy ricas. Como había dejado encargado de sus negocios a un pariente, le mandó vender lo que tenía. Este le puso pleito a los caseros, y entre unos y otros se quedaron con la mayor parte de su fortuna. Al final le mandaron 3.000 pesos de oro, que aún así era una cantidad respetable.

Cuando recordaba Brasil -cosa que hacía muy a menudo- terminaba llorando y decía con amargura que con lo que tenía allí podía mantener a toda la familia sin trabajar. Quizá debido al poderío en la familia, se sentía «rey y patriarca», y entre otras cosas obligaba a sus segundos sobrinos a ir a darle los buenos días a la cama.

Después de terminar de comprar el foro -pertenecía a seis herederos- derribó la casa, para hacer otra nueva, donde nacieron mi padre y sus hermanos, y más tarde, mis hermanos y yo. Con su dinero emigraron muchos forneláns a Argentina, y desde allí le devolvían el dinero con sus intereses. Cuando murió dejó una herencia de veinticuatro fincas, dos casas, dos partidas de Deuda del Estado por 10.000 pesetas, y una cantidad muy importante de monedas de oro, alguna llegó hasta nuestros días. Mi padre nos dio una de aquellas monedas a cada hijo y a su cónyuge, el día de sus bodas de oro. Cuando celebramos las mías se las dimos a nuestros hijos. Conservo como recuerdo: una pistola, un libro del Antiguo Testamento -forrado en cuero- y dedicado a él en 1874, el diploma y otros documentos.

Me dijo mi padre que con la pistola tiraba dos tiros al anochecer, para que los nativos supieran que allí había armas de fuego y era peligroso robar. Me sorprendió la operación, pero más me sorprendió ver hace unos cinco años en televisión en «Madrileños por el Mundo», un madrileño que vive en Paraguay, y hace lo mismo con un rifle en un rancho que tiene en las afueras de Asunción.

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