Los mayores en mi niñez

Ramón Romar

CARBALLO

matalobos

Mi aldea querida | El escritor e investigador Ramón Romar continúa su serie de historias sobre su pueblo natal: Fornelos (Baio, Zas)

05 nov 2019 . Actualizado a las 20:33 h.

Se decía que en Fornelos (Baio) no había pobres. Lo que no había eran ricos; solo se consideraba pobre al que andaba por las puertas con un saco sobre sus espaldas, pidiendo limosna, y no era uno o dos, eran muchos los mayores que pasaban por las puertas. Por término medio se le daba una mazorca de maíz, en algunas casas le decían «Vaite con Deus», que no era mucho. Pero lo más triste era verlos llegar, al anochecer, pidiendo un lugar en donde dormir. Algunos descalzos, mojados, llenos de hambre y sabe Dios con cuántos problemas más. Se le mandaba al pajar a por paja para hacer su “cama” en el suelo, en donde estaba la hierba y los baldes para darle de comer a los animales. Se le daba una taza de caldo y broa; si ellos la tenían en el saco, (procedente de otra limosna) cogían de la suya. Por la mañana temprano tenían que dejar la «cama», para poder atender a los animales.

Todos los trabajos que hacían nuestros mayores eran muy duros. Las siembras se hacían en minifundios, y obligaba a trasladarse de unas fincas a otras. En muchos casos eran trabajos manuales, y en otros se valían de la ayuda de vacas o bueyes. Había que estar siempre pendiente de las lluvias. Reconozco que nuestros ancestros no tenían medios para dar un cambio a su manera de trabajar y vivir, y creo que eran más amigos de conservar lo heredado que de innovar. Hasta mediados del siglo XX, los cambios debieron ser mínimos. Hubo que esperar al año 1935, para ver el primer artilugio, digamos moderno: el arado de hierro de doble vertedera. La primera sembradora de maíz llegó en 1940 y el primer tractor en el 1963.

La vida solo consistía en trabajar, lentamente, pero trabajar. El descanso era perder el tiempo. Se trabajaba en familia. Si era un labrador medianamente pudiente se valía de criados y jornaleros; solo las trillas se hacían conjuntamente entre varias familias.

Sembraban trigo, centeno, cebada, maíz, alubias, patatas. Las hortalizas que cultivaban: eran escasas, repollo, nabizas y poco más. Tenían mucha variedad de animales: bueyes, vacas, yegua, ovejas, cerdos, gallinas o conejos. Era necesario tener algo de todo, ya que su vida consistía en una «economía de autoabastecimiento». Había familias que apenas recogían frutos para todo el año, y si vendían algo era por pura necesidad. Y otras donde había meses en que no entraba una sola peseta en casa, y tenían que vender los huevos que ponían unas cuantas gallinas, y ellos ni los probaban. Pero si tenían que comprar unos zuecos o una hoz, tenían que sacar el dinero de alguna parte.

Los alimentos de primera necesidad estaban racionados. En el año 1940 se implantó la «Tarjeta de abastecimiento», y duró hasta 1952. La tarjeta tenía varias categorías según sexo, salud e ingresos, de tal manera que el más pobre recibiera más cantidad de los productos racionados. Todo era teórico, en la práctica había muchos cambalaches. El ama de casa, tenía que regular lo que le correspondía por su cartilla, ya que si tenía que ir al mercado era todo de estraperlo, y muy caro. Así que si no le llegaba el aceite a fin mes, usaba tocino para hacer la tortilla.

El tabaco también estaba regulado, pero con otra tarjeta la «Tarjeta del fumador». Si al fumador tampoco le llegaba el tabaco, usaba hojas de patatas o barbas del maíz, para fumar. Y había quien cultivaba tabaco en la huerta a escondidas. Mis hermanos lo hacían en el agro en medio del maíz. Esta práctica estaba muy perseguida por la Guardia Civil, como ahora están las plantaciones de marihuana.

Nuestros mayores eran muy autoritarios, lo que decía el jefe de familia, bien fuera patriarcal o matriarcal, era de obligado cumplimiento y sumisión. Pero se daban cosas muy curiosas. Por ejemplo, los hijos varones para ser elevados a la categoría de «hombre, con mayúsculas» tenían que fumar. Como no tenían ingresos, los padres le compraban el tabaco, y luego, por respeto, no podían fumar delante de ellos…

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