La argentina Milu Correch fue una de las invitadas a la cuarta edición del Rexenera Fest, celebrada el año pasado. Pretendía, como parte de su proyecto artístico, pintar a dos mujeres desnudas de cintura para arriba en la pared del edificio que le había tocado. No pudo ser. Por oposición popular tuvo que vestir a sus protagonistas y desde la organización se le prometió que regresaría en la próxima edición que se celebrase y que podría repetir su obra, aunque sin restricción ni censura alguna.
Y volvió, de hecho, y para plasmar su obra en un edificio público, ni más ni menos, así no habría quien pusiese el grito en el cielo por la visión de dos pezones femeninos. Porque si fuese el torso desnudo de un hombre otro gallo cantaría. Lo saben ustedes y lo saben los usuarios de Instagram, cuyos algoritmos censuran una inocente foto de una madre dando el pecho a su bebé, por el simple hecho de que se vislumbre un pezón en una esquina del encuadre.
¿Por qué tanto revuelo por un torso femenino? Si después consentimos que nos fusilen imágenes de violencia física y contra los animales, drogas y abusos. Y compramos videojuegos en los que se premia por el número de víctimas que sumemos. Y contemplamos sin inmutarnos cómo las casas de apuestas patrocinan a grandes equipos de fútbol y se colocan en barrios obreros sacándole el dinero a quien no lo tiene. Valiente fue el portero del Dépor por decirlo en alto, aunque sus palabras no causaron furor.
Lo que está claro es que quien el año pasado se escandalizó por el mural de Milu, este año no tendrá dos, sino tres pares de tetas colgadas en las calles de Carballo, pues el mural de Marina Capdevila también va por el mismo camino. ¡Disfrútenlos!