La peregrinación al santo cetáceo

Marta López CRÓNICA

CARBALLO

23 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya se sabe, cuando algo se pone de moda no hay hijo de madre que no lo pruebe. Las redes sociales ayudan mucho a difundir estas voraces y breves modas, hasta el punto de que cuando uno mira sus stories en Instagram, de repente cuatro de cada seis contactos ya han publicado su selfie con una ballena muerta.

«En todos os meus anos, nunca tal cousa vira», decía ayer en alto una vecina de Tella que visitó Balarés no una, sino dos veces desde que el mamífero varó en la playa: una cuando todavía estaba entero, la otra, a trozos y con un olor tan nauseabundo que había que moverse siguiendo a la dirección del viento para no echar fuera el almuerzo.

Ayer eran muchos los que arrugaban el morro y se tapaban la nariz mientras expresaban sus quejas por la enorme peste que desprendía la carne putrefacta. ¿Qué esperaban, entonces, cuando cogieron el coche para ver cómo descuartizaban a un animal muerto? ¿Olor a rosas entremezclado con la suave brisa marina?

Lo de ayer fue la gota que colmó el vaso, pero bien podría afirmarse que la ballena de Balarés tuvo el velatorio más multitudinario de toda la Costa da Morte.