Continúa la sangría de denuncias y casos abiertos por violencia machista

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

ANA GARCIA

Cada trimestre se abren y tramitan en los juzgados de Corcubión y Carballo y en la Guardia Civil entre 55 y 60 expedientes

19 mar 2020 . Actualizado a las 10:50 h.

Las denuncias y procedimientos penales abiertos en los juzgados de Carballo y Corcubión así como los presentados en los puestos de la Guarda Civil de la Costa da Morte no paran de crecer. El Consejo General del Poder Judicial acaba de publicar las cifras correspondientes al tercer trimestre del 2018 y los números indican que los procesos abiertos y la entrada de casos nuevos siguen una clara tendencia al alza. Fueron 56 entre julio y septiembre. Son 6 más que en el mismo período del 2017, y a los que hay que sumar los 194 expedientes del primer semestre del 2018. De hecho, el pasado año, pase lo que pase con el balance del cuatro trimestre (todavía no publicado), fue el ejercicio de mayor actividad judicial en la zona. De hecho, Carballo se consolida en la triste estadística como el 12.º partido judicial de Galicia (45 en total) con más casos abiertos, entre procedimientos, reaperturas por orden judicial, los procesos de otros juzgados y las diligencias abiertas previas.

Otro dado significativo de lo que supone esta lacra lo aporta el CIM de A Laracha, al abrir 113 expedientes nuevos entre el 2017 y 2018. En concreto, 69 hace dos años y 44 en los últimos doce meses. El departamento de Ana Aldao atiende en la actualidad un centenar de casos relacionados con la violencia machista.

ANA GARCIA

«Sentencias como las de La Manada echan para atrás a las víctimas que quieren denunciar»

Ana Aldao Corral es psicóloga y responsable del CIM larachés desde el 2005. Atiende casos de toda la comarca, de forma especial de Carballo, A Laracha y Arteixo. Explicó que gracias a la labor de las instituciones y las Administraciones «se empieza a visibilizar esta problemática». Y añadió: «Antes nos encontrábamos con que la víctima no quería denunciar y ahora lo hace. Eso sí, y por nuestra propia experiencia profesional casi la mitad de las mujeres maltratadas siguen sin denunciar». Y argumentó: «Sentencias como las de La Manada echan para atrás a las víctimas que quieren denunciar». Y es que al estigma social y familiar se suma «un proceso jurídico complicado, en el que tienen que contar su vida a gente que no conocen de nada».

Aldao desmitificó la idea que asocia violencia machista con escasos recursos económicos, desempleo y nula formación educativa y profesional: «Aquí atendemos a mujeres de todo extracto social, económico, formativo y cultural. No hay un único patrón de mujer maltratada».

«Me gritaba en plena la calle y la gente giraba la cabeza para otro lado»

Quiere anonimato porque tiene una hija pequeña. Solo ofrece como dato su edad, 46 años, pero quiere trasladar con su testimonio apoyo a todas las mujeres víctimas de la violencia machista.

Empezó a salir con un hombre con 42 años: «Todo iba muy bien. Era muy atento, cariñoso, estaba pendiente de mí... Era el hombre ideal». Con el paso de los meses ese carácter afable y comprometido fue cambiando: «Fue poco a poco, yo no lo veía, pero él se fue haciendo con las riendas de mis sentimientos, de mi vida... Pero lo peor llegó cuando perdí mi trabajo». Y añadió: «Perdí toda mi independencia y él se adueñó de la situación. Empezó a gritarme y a faltarme el respeto. Íbamos por la calle y si yo miraba algo ya me preguntaba a quién estaba mirando. En casa me gritaba, me insultaba... Se metía hasta con la ropa que ponía». Según ella, «lo peor es que empiezas a pensar que el problema lo tienes tú. Te sientes culpable y hasta asumes lo que te está pasando».

Pero todo se complicó cuando nació su hija: «Me decía que me iba a quitar la niña, me ponía contra la pared y colocaba su frente justo delante de la mía. Yo le pedía que se apartara porque tenía al bebé en brazos y me decía que le daba igual. Hasta que un día, después de dos años juntos, me empujó con la niña en brazos».

Cogió sus enseres, se fue a junto de sus padres y buscó una abogada: «Tuve la gran suerte de que mis padres me apoyaron desde el minuto uno, pero lo importante es asesorarse bien. Yo de aquella no tenía ingresos porque había perdido mi empleo y tenía una niña pequeña, pero logré quedarme con su custodia y conseguí apartar de mi vida al padre de mi hija para siempre».

Esta víctima de violencia de género echa en falta más apoyo de la sociedad: «Mi expareja me gritaba en plena calle y la gente giraba la cabeza para otro lado. Mis vecinos escuchaban gritos muy a menudo y nadie llamó de forma anónima a la Guardia Civil o la Policía Local».

Ahora intenta rehacer su vida con otra persona, pero reconoce que nada es igual: «No me entrego como debiera en la relación, estoy siempre como en alerta y miro con lupa cualquier actitud, gesto, palabra...». Es lo que tienen las cicatrices emocionales, que tardan mucho más en curar.