Tecnología puntera para una planta de tratamiento de referencia mundial

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana García

El reciclado del futuro | Un ingeniero puede modificar la carga de trabajo con una tableta o un «smartphone»

18 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 26 años Sogama miraba hacia los países nórdicos para ver cómo trabajaban. Ahora son los países nórdicos los que se fijan en Sogama a la hora de tratar sus residuos.

La nueva planta del complejo cercedense -de 15.000 metros cuadrados, el equivalente a dos campos de fútbol- de recogida, selección y tratamiento de residuos contenidos en la bolsa negra es un referente mundial en el uso de tecnología de última generación. Lectores ópticos capaces de detectar si un objeto es plástico fino, poliestireno, plástico de gran densidad o si es una simple botella de agua. Nada queda al azar y se trabaja bajo el principio de la versatilidad. Los técnicos manejan a sus anchas, y según las necesidades de trabajo, las cinco líneas disponibles, qué material se prioriza, cuál es el que más abunda en un contenedor... Y todo ello con un software tan sofisticado, pero a la vez tan sencillo, que desde una tableta e, incluso, un smartphone un ingeniero puede modificar las pautas en los diferentes procesos de selección.

Gráficamente, la nueva y potente planta, construida por el grupo gallego Valtalia, se puede dividir en cinco fases. Una primera en la que la basura llega al foso. Allí un enorme pulpo recoge el material y lo introduce en una de las cinco grandes tolvas mientras una máquina procede a la apertura de las bolsas. Estos residuos pasan a través de unos grandes cilindros, llamados tromel, que realizan una primera criba entre lo que es orgánico y lo que es inorgánico. Lo orgánico pasa directamente a un proceso para su valorización energética. Con respecto al material inorgánico, pasa a una segunda fase de selección más compleja, que clasifica los restos en función de los materiales, pesos y densidades. Unos espectaculares y potentes infrarrojos clasifican los restos en función de la tipología del material y unos trabajadores realizan una última criba antes de que la basura, ya seleccionada, va a parar a un búnker y, de ahí a la zona de prensado y embalado. Finalmente, esas pacas son cargadas en camiones hacia las diferentes plantas de tratamiento. Cada línea de trabajo puede seleccionar y empacar 40 toneladas a la hora, pero si hiciera falta podría alcanzar las 120. Es decir, 750.000 toneladas de basura al año.