La inusual prolongación del verano reflota la afluencia de peregrinos

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

Las malas cifras de julio se están compensando para cerrar el año dentro de la media

21 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las malas cifras de afluencia de julio, para algunos porque hubo negocios que trabajaron igual que siempre o incluso más, se están viendo compensadas con esta prolongación del verano, que va camino de que a final de año la llegada de peregrinos a la Costa da Morte esté más o menos en las mismas cifras que en ejercicios anteriores.

Por supuesto, los mayores registros están en Fisterra aunque, como también se ha incrementado la oferta, el resultado en los alojamientos es desigual. De hecho, la gran mayoría ya están pensando en poner fin a la temporada. Es el caso de Alexia Benlloch, del Cabo da Vila. «Yo a partir del 10 de noviembre el primer día que me quede albergue vacío ya cierro. El año pasado fue el 18 de noviembre y este año pues por ahí», explica la directiva de Solpor, que cifra su ocupación en el 50 %, lo que no deja de ser significativo en los últimos compases de octubre.

En la ruta, Domingo Caamaño, del albergue O Logoso, en Dumbría, explica que el comportamiento de septiembre y octubre está siendo más que aceptable, pese a que su local no está en un final de etapa. «Eu penso que iso cada vez inflúe menos porque cada un xa fai as etapas como quere e tamén hai moita xente que quere escapar do tumulto», detalla el dumbriés que, según dice, desde que abrió «cada ano sempre houbo máis que o anterior» y cree que este también va a acabar así.

El hospitalero del Bela Muxía, Ángel Manuel Castro, cita como todos sus compañeros la influencia del buen tiempo porque «é outra forma de respirar» que anima la hostelería e, incluso, los paseos por el pueblo, en su casa hasta el santuario de A Barca. En el caso particular de su establecimiento señala que apenas están por debajo de las cifras del año pasado: «Estamos indo moi parecido». Cree que este tramo de la Ruta sigue siendo un Camino muy atractivo y solo teme una cosa «que se poida masificar».

Los caminantes piden cada vez más habitaciones privadas y unos mejores servicios

Si hasta hace nada el Camino en la comarca era sinónimo de albergue, cada vez más los profesionales que tienen negocios mixtos se están dando cuenta de que le funcionan mejor las habitaciones privadas que el albergue en sentido estricto. En estos meses finales de la temporada, con predominio de extranjeros y también con un perfil de mayores edades que en pleno verano, la tendencia se nota especialmente. «Eu o que é no transporte de maletas penso que nunca tiven un mes de setembro coma este», explica Antonio Lema, de Casa Loncho de Olveiroa, para quien «sobre todo nas etapas intermedias» se nota especialmente el tiempo «porque se chove moita a xente igual en Negreira colle o autobús e vai directa a Fisterra ou Muxía». En cualquier caso, corrobora que la sensación generalizada es de satisfacción. «En xullo estabamos todos negros, pero setembro foi marabilloso e outubro tamén vai ben», concluye.

«Una vez aquí había que llegar hasta el final y el final es Fisterra»

Manuel Miguel Pozo Guerra le explicaba el pasado día 15 en Santiago a la periodista de La Voz Marga Mosteiro que su idea era dormir en Santiago y volver a Madrid al día siguiente. Venía de recibir todo tipo de agasajos por parte de Turismo de Galicia, del arzobispo, Julián Barrio, e incluso del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo. Hasta el director del Hostal dos Reis Católicos, el fisterrán Julio Castro Marcote, le invitó a una cena con cinco amigos. Se declaraba «abrumado, nervioso y sorprendio», porque para nada pensaba en ser el peregrino 300.000 del año, ni en las atenciones recibidas. «Por supuesto que me encargaré de contarle a todo el mundo lo bueno que ha sido para mí la experiencia de hacer el Camino», afirmaba.

Sin embargo, antes de poner rumbo a Madrid, donde vive, se lo pensó dos veces. «Una vez aquí había que llegar hasta el final y el final es Fisterra», explica, con lo que decidió embarcarse en las cuatro etapas que le faltaban en compañía de otros dos caminantes a los que conoció en León.

Pese a la experiencia de venir desde Roncesvalles, Pozo Guerra, reconoce que el final se le hizo «durillo», aunque «cuando estás allí arriba en el faro te olvidas de todos los dolores». Es más, cree que «el cuerpo ya sabe que se está acercando al final y se echa para atrás». Sin embargo, no se arrepiente para nada de la decisión, «porque las vistas son verdaderamente espectaculares y la gente encantadora». De hecho, en Fisterra también el alcalde, José Marcote, le hizo entrega de un detalle en reconocimiento de la simbólica cifra, a la que este año se llegó dos meses antes que en el pasado 2017.

Guerra, prejubilado del transporte a los 52 años, decidió hacer el Camino precisamente por eso, como una forma de liberación después de que lo comunicasen que, por un problema en las cervicales, no podía volver a trabajar. Ahora asegura que esta ruta no será la última.