La excelencia antes que los servicios

CARBALLO

13 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los niños en la Costa da Morte cada vez son menos. La falta de alumnos es visible en el cierre de escuelas rurales y en la desaparición de unidades, en tanto que los recortes han hecho desaparecer especialistas de audición y lenguaje y pedagogía terapéutica hasta convertirlos en una rareza. Al mismo tiempo que los docentes de apoyo se disolvían como azucarillos en agua aumentaban los servicios. Primero fueron las asociaciones de padres las que montaron comedores pequeños para atender determinadas necesidades, pero enseguida la Xunta se hizo cargo para regocijo de los padres. Total que ahora comen en el colegio un tercio de los escolares de la Costa da Morte, pero no hay logopedas ni para una décima parte de los alumnos.

Programas como el Proa para dar un empujón a los que tenían más dificultades se han esfumado, pero en A Laracha, a pocos metros del mismísimo centro urbano, hay un comedor con 442 niños. ¿En verdad hay 442 escolares laracheses que tienen que comer en la escuela porque no pueden hacerlo en casa? ¿Pero cuántos niños hay en A Laracha?

El número aumentó en los últimos años porque había una gran demanda y lo mismo ha ocurrido en el Bergantiños o en el Gándara-Sofán, donde una buena cantidad de escolares vienen en bus desde el casco urbano a pesar de que hay plazas escolares en el propio Carballo.

Ahora se ha decidido que lo mejor es la jornada única para que los niños vayan antes a casa, pero los comedores se mantienen y hay actividades por las tardes.

Bien están los servicios, pero solo cuando las necesidades básicas educativas están bien cubiertas y las de los niños de la Costa da Morte no lo están. Mejor es un docente de apoyo que atienda a los que van más atrasados o adelantados que un menú de dos platos y postre. Más importante es que el profesor que tiene que dar francés sepa francés porque muchas veces no tiene ni idea. Según Educación, haberse especializado en letras, por ejemplo, ya lo habilita a uno para dar clase de temas que no conoce.

También estaría bien, alternar las estancias en la biblioteca y las escuelas de fútbol con visitas culturales, asistencia a museos o recorridos por espacios naturales. Nada se fija más en la mente que lo que se aprende de forma divertida. Pero para eso hacen falta más profesores y si hay que sacar el dinero de algún lado es mejor que cada uno coma en su casa o que un profesor tenga que vigilar como los niños juegan después de comer para convencer a los padres de que la jornada única es lo mejor. Los progenitores saben bien qué horario les conviene, pero quizá se han olvidado de que las escuelas no son guardaniños. Son nuestro futuro.