Las abellarizas despiertan de su sueño

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

carme toba

Las mejores son las de Monte Faro, pero hay más. Tras las redescubiertas en Ozón, localizadas otras en Berdoias

21 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En la Costa da Morte se conservan interesantes conjuntos de colmenas, abandonados y en buen estado, de los que solo se conocen unos pocos casos. De estas abellarizas o alvarizas, las mayores y de más importancia están en el monte Faro de Vimianzo, pero hay otras diseminadas en propiedades privadas, generalmente cubiertas de maleza e ignoradas por los vecinos más jóvenes, aunque los mayores sí son conscientes de su existencia, cuando la abundancia de maleza no acaba también sepultando su memoria.

Los miembros de la Asociación pola Defensa do Patrimonio de Galicia (Apatrigal) trabajan por la recuperación y divulgación de estos y otros elementos patrimoniales. Una de sus socias y vocal de la junta directiva, la muxiana Carme Toba, redescubrió la semana pasada unas abellarizas (hasta 19 huecos), en Agranzón, en Ozón. A raíz de la publicación, Sergio Castro Barrientos, de Grixoa (Berdoias, Vimianzo)le comunicó que en su familia también tenían un conjunto similar, aunque de menor tamaño, con seis huecos para los cortizos, cortezas de tronco en las que se asentaban las abejas. También conservan algunos. En la casa a la que pertenecen ya no vive nadie, y las alvarizas estaban cubiertas de maleza, así que las limpió.

Al menos, este tipo de acciones sirven para sacar de nuevo a la luz elementos que en otros tiempos fueron importantes en la economía familiar, además el valor que aportan a la arquitectura popular.

Carme Trillo Toba recuperó información adicional sobre estas construcciones, que pertenecen a la llamada Casa dos Varelos. En otra época tenían mucha tierras, necesitaban jornaleros, y no les pagana con dinero, sino con miel, además de otros productos, como maíz, trigo, centeno o patatas. Incluso se recuerdan anécdotas como que una vez la cabra de un vecino saltó el muro para pacer. Hacía mucha calor y un enjambre la tomó con el animal, que murió a las dos horas, tras el ataque. Y eso que intentaron curarla de todas las maneras que sabían, pero no dieron resultado. Son esas pequeñas historia que van pasando de generación en generación.

La abellariza de Grixoa está situada junto a la huerta de la casa, en una zona poco frecuentada, bien guarecida, algo que era relativamente habitual, y además orientada al abrente del sol. Un muro suele protegerlas, generalmente de los animales, pero también de las posibles acciones humanas.