Relatividad

Maxi Olariaga LA MARAÑA

CARBALLO

30 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado 21 de mayo, publicó este diario un reportaje (lo firma Á. M. Castiñeira), que explora en la hemeroteca los desastres de la pólvora en nuestra tierra. Narra la tragedia que, en el parque de artillería de San Amaro de A Coruña, se desató hace más de un siglo cuando soldados y civiles se ocupaban en inutilizar miles de cartuchos procedentes de la infausta guerra de Cuba. A saber cómo y por qué, en un segundo trágico, todo voló por los aires. Muertos, destrozos, lágrimas. Un regreso al futuro del reciente desastre de Os Paramos en Tui. Observa el cronista que, en aquel lugar de estricta milicia, se hallaran civiles empleados en la peligrosa faena. Sentimiento y dolor, dejados al lado de las ocasiones trágicas, observo yo que el reportero de aquellos días cite a un obrero, Bernardo Carrillo Rodríguez, como víctima mortal de aquel incidente y lo nombre como un «anciano de 60 años».

¿Quién puede hoy llamar anciana a una persona de 60 años? La medicina, la higiene, la alfabetización, el progreso ideológico, poco a poco, han ido inyectando juventud a mares en nuestros cuerpos y en nuestras actitudes. ¿Qué digo 60? Hoy en día cualquiera puede conocer a semejantes que con 80 tacos, se embarcan en cruceros, viajan a Cancún, cazan, pescan, se enamoran y se casan. Beben sus vinos de bar en bar, desayunan churros en la cafetería y alimentan a sus nietos además de traerlos y llevarlos al colegio, a clase de pintura, danza y patinaje con merienda incluida. ¡Un anciano de 60 años! ¡Meu Deus! Eso está superado hace años. Pero el «¡qué listo soy!», sigue ahí. Por eso reventó el ilegal polvorín de Tui. No tenemos remedio.