Bancos para abrazar la vida contemplativa

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Lugares que, o bien por su propia estructura o por el paisaje ante el que se posan, encandilan a vecinos y turistas

03 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay lugares que marcan. Uno cuando pone un pie en Loiba sabe que no saldrá de allí siendo el mismo, sino que se irá habiendo atesorado un momento para el recuerdo. Mucho se habla de ese banco, el mejor del mundo rezan algunos, pero en la Costa da Morte también hay unos cuantos en los que sentarse y pararse a admirar la vida contemplativa.

Unos llaman por su propia constitución. Por su colorido, su particular estructura o por el decorado que lo rodea. Quizá los más especiales en este campo sean los de Malpica, que llenan de colorido el paseo que discurre junto a la playa. Pintados hace un tiempo como parte de una actividad infantil de verano, hoy no lucen igual de relucientes que antaño. Los temporales y el propio fluir del tiempo han ido haciendo de las suyas en los últimos meses. Abondo fan con seguir en pie, pero sentarse allí y contemplar la playa de Malpica es, sin duda alguna, otro rollo.

También en Malpica, cuando uno bajaba por los estrechos callejones para llegar al arenal, se topaba de frente con una bonita composición: un impoluto banco blanco al que acompañaban un par de macetas con coloridas flores de temporada. El azul cristalino de la playa era el ingrediente perfecto para dibujar una estampa idílica. En la actualidad, sin embargo, hay dos contenedores de la basura. Cambios.

En Zas colocaron no hace mucho unos asientos de madera justo al margen de la vía principal que cruza la localidad. No son nada del otro mundo, pero una vecina decidió aportar su toque personal al asiento que colocaron frente a su puerta, y el resultado resultó ser mucho más vistoso.

Otros no destacan en sí mismos, sino por el propósito para el que han sido colocados. En la carretera que discurre hacia el cabo Roncudo, casi como una especie de preludio a la maravilla que uno se encontrará al llegar, hay colocados algunos bancos desde los que puede admirarse la inmensidad del océano. Uno se queda pasmado y haciendo cábalas. Buenos lugares para pararse a pensar y a escuchar el silencio cuando se necesita. Lo mismo sucede con la estructura de piedra desde la que, cerca de Reira, se puede ver todo el cabo Vilán. Impresiona, y mucho, sentarse allí y simplemente oír como se estrellan las olas contra las piedras. O la lluvia. ¡Cómo se escucha la lluvia desde Vilán!

En Touriñán se ve, en contadas ocasiones al año, el último rayo de sol de la Europa continental y tal acontecimiento bien merecía de un escenario adecuado en el que cobijarse. El banco que allí se instaló ya fue bautizado como el mejor banco del mundo o, en este caso, de la Costa da Morte. Para gustos, colores, pero hay que echarse a la calle y probar la experiencia, sacarse un selfie si es necesario y respirar aire fresco en un lugar único, eso por encima de todo.

Un asiento que atestigua la relación entre Eduardo Pondal y la parroquia de Bamiro

Sentado al sol y al sereno/ aquí estuvo Eduardo Abente/ feliz sea eternamente/ en otro asiento más bueno./ Año de 1849.

Esta es la inscripción que figura en uno de los bancos con más historia de toda la comarca, aunque por su lamentable estado de conservación no lo parezca. Esta construcción granítica está en la parroquia de San Amedio de Bamiro, donde ejerció el sacerdote Eduardo Abente, tío y padrino de Eduardo Pondal. ¿Se sentaría el bardo alguna vez en él?