«Donaldolores»

Marta López CRÓNICA

CARBALLO

29 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Qué difícil es reírse de uno mismo! Y mira que los humoristas, la vida y nuestras madres (sí, por ese estricto orden) nos pinchan durante toda nuestra vida para aprender a tener un humor más sano y hacer gracias con nuestros defectos, nuestros complejos o los momentos más incómodos que uno de pueda imaginar. Pocas veces lo consiguen. El humor se logra con los años.

Es por ello que ver a la cabanesa Dolores Leis tomarse con humor el hecho de que medio mundo la compare físicamente con un hombre es, cuanto menos, admirable. Y no cualquier hombre, sino uno con fama de retrógrado, misógino y xenófobo. Las tiene todas este Trump, y de ahí, supongo, el hecho de que medios de los cinco continentes se hayan cebado con el presidente de medio mundo comparándolo con una «campesina gallega», una «divertida labriega» como decían en algunos portales, o incluso hayan dejado caer el comentario gracioso del travestismo.

Llegados a este punto uno se pregunta. ¿Y qué hay de la pobre mujer? Está claro que los órdagos se lanzan hacia él -difícil para sus detractores desaprovechar una oportunidad como esta para ridiculizarle- pero a Dolores, en cierto modo, también llegan balas perdidas. No tiene móvil, ni Facebook, ni Instagram, ni Twitter, y seguramente en su vida haya oído hablar del portal Menéame, de retweets, de likes o de shares. Un batiburrillo de conceptos. Pero todo el mundo tiene WhatsApp hoy día, y a todos nos han llegado decenas de memes y vídeos mofándose no del todopoderoso Donald, sino de la pobre mujer. ¡Donaldolores la llaman! Una cadena incluso quiso lanzarse a confeccionar camisetas con su fotografía -sin pedir, por cierto, ningún tipo de autorización a la autora- y utilizando una frase que a muchos les parecerá graciosa: «Vouche partir o sacho no lombo».

Sin embargo, una vez amainadas las turbulentas guas de la viralidad, uno se pregunta: ¿Donde está la gracia en todo esto? ¿Donde está la gracia en insultar el físico (e incluso el intelecto) de una persona con el fin de ridiculizar a otra? ¿Y qué pasa porque a Dolores le preocupen más sus cosechas que el alcance mundial que pueda tener su fotografía? Qué fácil es pretenderse juez, y qué difícil es realmente serlo. La intoxicación digital parece habernos lavado el cerebro. Todos nosotros, no solo las máquinas, hemos creado una sociedad ultra rápida en la que hoy nos reímos de fulanito y mañana de menganito. Pero nunca de uno mismo. Y qué feo el humor que se ve hoy en día. Qué feo.

En Nantón, una pequeña parroquia de menos de 500 habitantes, no se habla de otra cosa. En las redes mañana encontrarán otro conejillo del que mofarse, pero en Cabana el tema perdurará: se lo recordarán a Dolores en el mercado, en el médico o cuando haga la compra. ¿Volatilidad informativa? De eso en el rural no se gasta.