«Un día viñeron os da chatarra a Pedra Vixía e só deixaron atrás o xerador»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

PERSONAS CON HISTORIA | Junto con otros dos compañeros, Manuel Suárez García impulsó la recuperación de este espacio natural

21 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Manuel tenía apenas diez años visitó un día a su padre en el trabajo para llevarle la comida a mediodía. Sin que este se diese cuenta, se llevó uno de sus pitillos a la boca. «O sabor do tabaco tardou unha semana en marcharme da boca. Que vicio máis tonto!». Nunca lo volvió a probar. No es mucho de vicios, asegura. Ya puestos a tener una afición, mejor algo más sano.

Desde bien pequeño le llamó mucho la atención Pedra Vixía. Su familia tenía una finca anexa y a menudo pasaba por allí cuando llevaba a las vacas al monte, aunque el aspecto distaba mucho del actual. «Abaixo, onde a ponte, había unhas mimosas que pasaban dun lado ao outro do río e non deixaban ver nada. Aquilo estaba todo salvaxe, non había maneira de entrar alí». Manuel, vecino de Lamas, iba mucho a pescar por la zona y, una vez retirado, compartió la afición con otros dos compañeros. Los tres fueron los encargados de llevar la cabecera en los trabajos de recuperación del especio natural. Ahora solo queda él, y ya no puede pasear tanto como le gustaría, pero sigue yendo con frecuencia, en especial en esta época del año: «É cando máis bonito está, sen as follas caídas das árbores».

Recuerda que, después del incendio que hubo hace «uns corenta anos», todo renació con fuerza, como si Pedra Vixía clamase por ser recuperada. Después de las limpiezas llevadas a cabo por los vecinos de manera voluntaria en los noventa, estos tres amigos continuaron con las labores. En el 1994 plantaron los cedros, y a partir de ahí todo vino rodado. Incluso colocaron una gran rueda imitando a la que ya hubo en su día formando parte de un viejo aserradero. «Unha das pezas metálicas máis antigas tiña unha fecha gravada: 1906. Traballou ata o 1934», recuerda el zasense. Su padre, que trabajó allí siendo joven, a menudo le contaba historias acerca de aquel lugar. «Dicíame que pertenceu a dúas familias, unha de dereitas e outra de esquerdas que, cando chegou a guerra, se enemistaron por política. Nese tempo apareceu completamente ardido».

Manuel Suárez (derecha) junto a Modesto Castiñeira y Manuel Vidal, los otros dos promotores de la recuperación de Pedra Vixía
Manuel Suárez (derecha) junto a Modesto Castiñeira y Manuel Vidal, los otros dos promotores de la recuperación de Pedra Vixía X.AMEIXEIRAS

Cuando se montó esa primera rueda incluso idearon un artilugio para generar corriente con la ayuda del río. Por medio de una dinamo de 24 voltios y un generador de 220 conseguían la suficiente energía para iluminar todo el paraje natural por la noche. «Tiñamos unhas 80 bombillas. Víase perfectamente». Sin embargo, poco duró la dicha, pues enseguida se personaron los amigos de lo ajeno para marchar con todo. «Aproveitaron unha época na que non iamos moito e levaron todo. Viñeron os da chatarra e só deixaron o xerador detrás».

Muchas horas se echaron limpiando y acondicionando un especio del que ahora disfrutan tanto jóvenes como mayores. Tantas, que dieron para anécdotas de excepción, como aquella tarde en la que estuvo a punto de perder una mano. «Eu encargueime dos traballos eléctricos, porque aínda entendía algo. Metín o dedo na correa dun alternador e quedou alí. O trebello marchoume coa primeira falanxe!»

Manuel llevó durante diez años el testigo de una de esas profesiones que ya no quedan. Fue ayudante de un herrero, y junto a él aprendió un oficio duro y sacrificado. «O que máis facíamos eran fouciños para ir ao monte, pero entón facíanse todos a martelo, de forma manual. Era duro. Só cando marchei o que daquela era o meu xefe mercou un martelo eléctrico, co que se podía quitar de enriba o traballo máis bruto». Más tarde obtuvo nociones de electrónica gracias a un curso por correspondencia y se hizo soldador a 300 pesetas al día. «Era ben pouco», recuerda divertido, por ello decidió dar un nuevo cambio laboral y entró a formar parte de la plantilla de un aserradero local como personal de mantenimiento. «Pasei a cobrar 600 ao día, e había veces nas que non facía nada. Foiche un bo cambio!».

Se considera afortunado por haber podido trabajar siempre cerca de los suyos, y sin prácticamente moverse de casa, pero la suerte no le sonrió en todos los aspectos de la vida. Con solo doce años tuvo una grave lesión que lo marcaría de por vida. «Caín dunha árbore e rompín a cadeira sendo un rapaz. Estiven tres meses no hospital, pero esa perna non chegou a desenvolverse de todo e, ademais, perdín toda a forza dela». No fue fácil adaptarse a una lesión así, y sin duda lo marcó durante mucho tiempo, puesto que operar nunca fue una opción para los médicos. «Era demasiado novo para poñerme unha prótese. Agora teño 6 centímetros menos e camiño cunha alza, pero polo menos podo camiñar e dou grazas».

Los años pesan y hacen mella en el físico, pero el espíritu lo conserva intacto. A Pedra Vixía la mira con aliento y orgullo a partes iguales. Y con razón.