«Me gusta la música bien hecha, me da igual que sea jazz o heavy metal»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

CARBALLO

EDUARDO PEREZ

Figura clave del jazz gallego, está al frente de la Garufa Blue Devils Big Band

15 ene 2018 . Actualizado a las 13:06 h.

Es uno de los grandes nombres del jazz coruñés, factótum hiperactivo que ha estado al frente de la Orquesta de Jazz del Conservatorio, de la Orquestra de Jazz de Galicia y acaba de sacar disco dirigiendo a la Garufa Blue Devils Big Band. Todo esto al margen de su carrera en solitario, sus trabajos como compositor y arreglista y sus labores docentes en el Conservatorio Superior de Música. A Roberto Somoza está claro que le mueve una pasión por la música que va más allá de lo razonable.

-Le hemos visto tocar jazz en formato trío, dirigiendo grandes orquestas, incluso acercándose a la música clásica. ¡Le da usted a todo!

-A mí me gustan todas las músicas, siempre y cuando estén bien hechas. Me puede gustar la cosa más sencilla o la más completa, me da igual que sea jazz a trío o una big band o un grupo de heavy metal. Si está bien tocado, me gusta. Y al contrario, no todo lo que lleva la etiqueta de jazz me gusta, ni muchísimo menos. De todos modos, la relación que tengo a día de hoy con la música clásica y con sus músicos es siempre bajo el prisma jazzístico. No toco música clásica, sino que toco con músicos clásicos, que es distinto.

-Poco debe tener que ver tocar con un trío en el Filloa con ponerse al frente de la Garufa Blue Devils Band.

-La diferencia es brutal, son dos mundos muy distintos. La interacción y la fuerza que puede nacer de una orquesta con tantos músicos tocando a la vez es única. La semana pasada estuve tocando en el Filloa a cuarteto un concierto de baladas, y es algo más sutil, más íntimo. Entre los músicos surge una conexión mucho más fuerte. En la Big Band se complica todo, necesitas una dirección, conocer todos los instrumentos que se están tocando y a los instrumentistas. Requiere un esfuerzo importante. No digo que sea más difícil, es simplemente distinto.

-Son veinte músicos sobre el escenario. ¿De dónde han salido tantos talentos?

-Prácticamente todos han salido de aquí, de A Coruña. El menor de nuestros problemas ahora mismo es encontrar músicos. Incluso tenemos sustitutos para cuando un miembro de la banda no puede tocar. Podríamos montar dos orquestas. Somos algo excepcional. Te aseguro que orquestas como la nuestra, con esta continuidad y que hayan editado ya tres discos, no debe haber ninguna en España, y en Europa, si las hay, son muy pocas.

-¿Todo esto sale de la especialidad de jazz del Conservatorio?

-Creo que había una base, una demanda importante en la ciudad a la que vino a dar respuesta el Conservatorio. En A Coruña siempre hubo una inquietud especial por estos temas. Tanto por el jazz como por otras músicas. Y afortunadamente se respondió desde las instituciones a esa realidad, a esa necesidad de formación. Y cuando juntas a un montón de artistas con una inquietud común, salen otras cosas interesantísimas paralelamente a los estudios reglados.

-¿Y usted cómo acabó en el jazz?

-Fue algo natural. Yo empecé con la música cuando era niño, supongo que porque mi hermano era trompetista y tenía muchos discos. Mi gran pasión era aprovechar cuando él no estaba y cogerle aquellos vinilos para escucharlos. De ahí me vino la afición por la música en general. Y los del jazz vino después. Cuando empecé a tocar lo hice con música clásica, como casi todos los niños. Y encontré en el jazz una música que me daba la oportunidad de expresarme más libremente, de una forma más personal e individual, algo que no me daba la música clásica. Había afinidad con lo que la música me ofrecía y lo que yo podía ofrecer a esa música. Me sentía más libre, más realizado tocando jazz.