Los ganaderos de la zona no están preparados para inyectar el purín

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

JOSE MANUEL CASAL

Aunque la Xunta aplace la norma este año el Estado deja claro que habrá que cumplirla

09 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los excrementos de los propios animales son el principal fertilizante para la gran mayoría de las ganaderías de vacuno de la Costa da Morte, pero los tiempos de esparcir esos purines sobre el terreno con una cisterna convencional tocan a su fin y el problema fundamental es que, pese a las ayudas públicas para ello, muy pocas (o ninguna) explotación de la zona se ha preparado para cumplir con las nuevas exigencias normativas.

Todo viene de que España superó en el año 2015 en un 34 % el límite de emisiones de amoníaco y la Comisión Europea le ha abierto un procedimiento de infracción que puede implicar consecuencias económicas. Aunque esos excesos se deben, sobre todo, a las granjas intensivas de porcino concentradas en Cataluña y Aragón, el Ministerio de Agricultura hace tabla rasa y las explotaciones que quieran cobrar las ayudas de la PAC a partir del 1 de enero de este año tienen que adaptarse a las normas, es decir, inyectar los purines en el terreno en lugar de esparcirlos con los actuales sistemas de cisterna de plato, abanico, cañón... como ya publicó el BOE en noviembre del año pasado.

Unións Agrarias y la Organización de Productores Lácteos (OPL) ya han puesto el grito en el cielo, porque consideran la normativa completamente inviable e inaplicable en muchas zonas de Galicia como la Costa da Morte, sobre todo en terrenos con pendiente y praderas permanentes.

Las comunidades autónomas, como ya ha hecho Cantabria, tienen la posibilidad de establecer exenciones en este primer año y la Xunta ya ha anunciado no solo que pedirá la moratoria, sino quedarse fuera de esta obligatoriedad a nivel europeo, por las características del terreno, las precipitaciones y el pequeño tamaño de las explotaciones. Sin embargo, la inyección de purines se supone que reduce en torno a un 30 % las emisiones, con lo que, en principio, el Estado no parece que vaya a estar por la labor, a medio plazo, de que se incumpla la directiva.

En la comarca la incidencia de las granjas de porcino, aunque las hay, es mínima y entre las de vacuno, fundamentalmente de producción de leche, el nivel de adaptación es prácticamente nulo. Sí se compraron en los últimos años numerosas cubas, cada vez más grandes, ya buena parte de ellas al abrigo de las subvenciones para incluir los sistemas de inyectado. Ahora bien, aunque se justificasen como tal, la inmensa mayoría únicamente vienen adaptadas para poder acoplárselo en un futuro, pero ni lo emplean actualmente, ni siquiera han sido adquiridos más que en algún caso puntual. Con lo cuál, en caso de una obligatoriedad real el trabajo sigue por hacer.

Más efectivo a nivel ambiental, pero más caro, lento y difícil de adaptar a las necesidades

Un sistema de inyección encarece la cisterna en torno a 15.000 euros, pero ese no es el principal inconveniente que ha llevado a los profesionales a renunciar a él. Frente a los más de 10 metros que se cubren con plato de una sola pasada (depende del modelo, los más actuales menos con lo que se denomina «plato ecológico») se pasa a solo seis y con una velocidad de trabajo bastante más reducida y mayor carga de potencia necesaria. Si bien es cierto que el fertilizante se aprovecha mejor y se reducen riesgos de vertidos a los cauces fluviales, también resulta difícilmente aplicable en las praderas permanentes, porque, a un nivel menos invasivo, actúa de manera parecida a una grada de discos, con lo que rompe el campo por el que pasa y eso trae problemas, especialmente en pendientes.

«Falta perseverancia na mensaxe pedagóxica»

El gerente de Coreber, Melchor García, considera que antes de nada hace falta «unha labor de concienciación y formación», porque aunque se hable del tema «a nivel de charlas de taberna» o algún foro más serio «falta perseverancia e insistencia na mensaxe para que vaian calando entre a xente as vantaxes que ten o sistema». Dado que la práctica totalidad de las ganaderías tienen ya sus cisternas, algunas muy nuevas, resulta impensable que las vayan a sustituir todas de golpe y «aínda que cada vez hai menos praderías, porque a xente vai máis ao millo forraxeiro», considera el sistema inaplicable, ya no solo por lento, sino porque como destroza el campo ya consolidado.

«Véxoo imposible se o queren facer xa agora»

El ganadero de Salto (Vimianzo) Anselmo Ramos todavía no tiene definido cómo actuarán en su explotación y está a la espera de ver cómo se concretan las medidas por parte de la Administración. «Facer, faremos o que nos manden, non queda outra, agora que eu véxoo imposible se o queren facer xa agora de maneira inmediata», señala.

 A su juicio, el primero problema es logístico, porque los equipos no están adaptados y sustituirlos todos de golpe resulta inviable para los ganaderos e incluso para los propios suministradores. Ya a nivel del trabajo diario, entiende que, sobre todo, «pérdese ancho de mallada», además del daño producido en las praderas sembradas.

«Aínda se pagará algunha multa antes de aplicalo»

José Manuel Pose, de Talleres Agrícolas Mata de Coristanco, vende buena parte de la maquinaria nueva de gran formato que se emplea en la Costa da Morte, entre ella decenas de cisternas cada año, pero solo tiene un cliente que le comprase también los inyectores y ni siquiera los utiliza. «Nos datos da Xunta seguro que figuran moitas teoricamente, porque se certificaron pola subvención, pero na realidade aquí en Galicia non se emprega», explica el profesional, que está pendiente de las reuniones de fabricantes y de cómo se aplica la norma, porque ve más factibles los aspersores a ras de suelo que la inyección pura, que si obligan a ella ahora «aínda se pagará agunha multa antes de aplicalo».