Cafetería O Hórreo: cincuenta años de historia viva en Baio

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

Cumplió medio siglo en Nochebuena, pero ayer lo celebraron con toda su clientela

31 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

O Hórreo, primera cafetería de Baio, fue fundada por Maximino García y su hermano el año en el que murió el Che Guevara, cuando llegó el bikini a las playas españolas, Raphael nos representó por segunda vez en el festival de Eurovisión y el Apolo I se incendió durante una prueba en el Cabo Cañaveral.

Atrás quedan los polémicos sesenta, con sus pros y sus contras, pero la cafetería ha sabido sobrevivir a cada década que vino detrás. En Nochebuena cumplieron cincuenta años, medio siglo de vida que ha pasado ya por dos generaciones. «¡Dito así, ata parecen moitos máis!», exclaman Ana García, la actual gerente, y Maximino García, socio fundador.

Navidad era una buena época para abrir un local por aquel entonces, pues llegaban los emigrados con un buen puñado de dinero en los bolsillos y demasiada nostalgia como para quedarse en casa, en familia. «Se fose hoxe non o repetiría, ¡vaia día máis malo pasamos! Entre os nervios, que non puidemos cear en familia e que eramos novatos no negocio..!», recuerda Maximino.

El tiempo y el buen hacer les han regalado una cartera de clientes de esos de toda la vida, de los asiduos a las partidas de cartas y dominó. «Hoxe en día apenas se xoga, pero tempo atrás era case como un ritual», afirma Ana. Recuerdan aún algunos nombres: «Don Braulio, Porteiro, o ferreiro de Lamas, Moncho de Fuentes, don Fidel...» y, por supuesto, los taxistas, que por aquel entonces paraban ante sus puertas. Se organizó también alguna que otra timba de póker «nas que se apostaban cartos, que daquela estaban prohibidas».

Los setenta y ochenta fueron oro puro. La influencia de la movida nocturna, que por aquel entonces llenaba las calles de Baio de una marabunta de jóvenes cada fin de semana, salpicaba también a la cafetería, donde no daban abasto para despachar bocadillos una vez que la Dudas y la Bellavista cerraban sus puertas. «Pasábamos toda a noite preparándoos, e aínda así non chegaban», recuerda el fundador.

Fueron también celestinos improvisados de muchas parejas que se vieron separadas por la emigración. En una época en la que los teléfonos escaseaban, para muchos la única forma de ponerse en contacto con el país helvético era, precisamente, a través de la cafetería. «Formábanse verdadeiras colas para que familiares e mozas puidesen falar cos que estaban emigrados. Moitos dos que estaban en Suíza incluso nos chamaban para que lles mandásemos un taxi á casa a recoller ás súas familias e así poder falar con elas un momento», explican.

Cincuenta años de historias de un establecimiento que se convertirá, una vez que la Casa Cruz cierre sus puertas hoy al mediodía, en uno de los negocios más antiguos de Baio.