Para resucitar 240 vidas más cada año

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

CARBALLO

MARCOS MÍGUEZ

A la uci del Chuac solo llegan el 60 % de los infartados de corazón. Para que sean el 100 %, el personal enseñó a familiares y pacientes a realizar un masaje cardíaco

17 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«De nada vale que los médicos lleguen rápido, aunque lo hagan volando, si antes nadie le ha hecho el masaje cardíaco: una persona sin latido durante cinco o diez minutos tendrá daño cerebral seguro, entrará en coma o fallecerá», insistía Fernando Mosteiro, médico de cuidados intensivos del Chuac, con un maniquí sanitario delante. A las puertas del hospital, repetía una y otra vez «lo fácil que es salvar una vida» si de repente, a tu lado, alguien cae desplomado porque se le ha parado el corazón. Basta con hacer 100 compresiones por minuto hundiendo el pecho unos cinco o seis centímetros, hasta que lleguen los equipos sanitarios. Así se garantiza que continúe bombeando sangre al cerebro, y, de paso, la supervivencia.

El discurso de Mosteiro, como el de los profesionales de la uci que ayer no faltaron a la cita del Día Europeo de la RCP (resucitación cardiopulmonar), no es teórico. «Cada día nos entra alguien por un infarto, y solo nos llegan una parte; se calcula que del 40 al 45 % de los casos no llegan vivos al hospital», recalcaba Mosteiro. Eso significa que solo en el área sanitaria de A Coruña, unas 240 personas se quedan por el camino. Cada año.

No extraña pues la insistencia de Alejandro Montero -un auténtico enfermero-coach- a los muchos pacientes, familiares y visitantes que atravesaban el vestíbulo del centro con el escaparate del taller de RCP a sus pies. «Perder ahora tres minutos de su tiempo para aprender a hacerlo puede salvarle la vida a alguien», les decía sonriente. Y sorteaba evasivas de inmediato sin más argumentos que una pregunta: «¿Tiene usted hijos? ¿Tendrá pareja? ¿Y padres?». A bastantes espectadores, claro está, acabó convenciéndolos. Y muchos ya acudieron entregados. Como el señor Manuel -«no me sacarás en el periódico, ¿no?»-, que acudía a su revisión del marcapasos y no dudó en hacer el esfuerzo, a sus 76 años, de pararse para practicar un masaje cardíaco. «Cansa, cansa, pero conviene saber hacer estas cosas, ¡que me lo digan a mí! Sé bien lo fundamental que es. Si a mí no me lo hubieran hecho cuando me electrocuté en el trabajo, ahora no estaría aquí», comentaba quien ya tuvo el corazón parado.

El segundo de los cuatro pasos de la cadena de supervivencia

Al taller de RCP en el hall del Chuac acudieron muchos de los estudiantes de sexto de Medicina del centro «aunque para ellos hoy es día de fiesta, San Lucas», recordaba Tarsi Calvo, del equipo docente. En su caso, los futuros médicos se adiestraban no solo en el masaje, sino también en el boca a boca. «Para la población en general -apuntaba Mosteiro- es suficiente con el masaje, porque mucha gente no se atreve, o le dan miedo, las respiraciones».

«Lo esencial es hacer la RCP básica, las compresiones en el pecho», insistía el monitor, ya que «es el segundo paso de lo que llamamos cadena de supervivencia, que tiene cuatro, y es precisamente en el que más fallamos». Tanto es así que el hospital se presta a realizar cursos en colegios -el año pasado se llegó a 2.000 alumnos de ESO, bachillerato y FP-, asociaciones vecinales y entidades interesadas que lo soliciten, aseguró el gerente del área sanitaria, Luis Verde.

Esa cadena vital arranca con pedir ayuda, es decir, llamar a los servicios de emergencias, el 112 o el 061, y sigue con la realización del masaje cardíaco mientras no llegan los equipos sanitarios. El tercer paso, en el caso de tener a mano uno, es aplicar el desfibrilador semiautomático, un aparato de manejo guiado que realiza una descarga para recuperar el ritmo cardíaco. El paso final queda ya en manos de los profesionales, el 061, urgencias y uci.