«Cando me fun e oín o portón pecharse detrás de min aprendín a valorar a liberdade»

La Voz

CARBALLO

07 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Este pontecesán, que retorna un par de veces al año a O Couto, pertenece a la orden religiosa de los Camilos, centrada en la ayuda hospitalaria. Trabajó en el Virgen del Rocío de Sevilla, en Barcelona o en Madrid, aunque siempre eligió hospitales públicos, «nunca me gustaron os centros privados». Allí prestaba auxilio espiritual y acompañaba a los pacientes en sus dolencias. «Ía ás habitacións dos que non tiñan familia ou dos que se ían a operar para confortalos e que non fosen nerviosos». Aunque, lo más importante, era hacerles saber que «non estaban sós nin eran soamente un número, senón que eran importantes, como calquera outro paciente».

En el 79 entró a trabajar en Yeserías, un centro penitenciario femenino que contaba con un buen número de presas de ETA y GRAPO. En aquella época muchas internas daban a luz en las instalaciones, y los bebés, lejos de llevárselos a un lugar más apropiado para su crianza, se quedaban también en la cárcel. «Estaban alí ata os nove anos e separábanos por pavillóns: por un lado, os fillos de ETA; por outro, os de GRAPO e por outro, os rapaces do resto de reclusas. Cando se xuntaban había paus por todos lados». En un ambiente de por si nocivo y tóxico, Juan Antonio y su equipo lograron crear una estancia más apropiada para ellos, con docentes que venían del exterior, e intentando reproducir lo que sería un colegio. Consiguió también la construcción de una pequeña enfermería: «Cando cheguei, na unidade de psiquiatría tiñan atadas ás reclusas á cama con cadeas».

Cinco años en Yeserías le enseñaron una de las lecciones más valiosas de la vida: «Cando me fun e oín o portón pecharse detrás de min, con aquel estrondo, aprendín a valorar a liberdade».