«Me tocó el alma la destrucción de la biblioteca de Sarajevo»

La Voz CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

20 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tanto Íñigo, en Bosnia y el Líbano, como Martín, en el País Vasco, han vivido situaciones dolorosas o incómodas.

-¿Cómo llevan el nacionalismo y las declaraciones de actores que han causado revuelo?

-[M. G.] Yo creo que cada uno tiene su opinión y mientras respetes la del otro y haya una mesura en lo que dices... No pueden hacer afirmaciones de determinado calibre sin una base histórica o sin conocimiento. Hubo una época en la que decía muchas cosas y me callé muchas veces por la forma en que la gente te responde. Te das cuenta de que, como con el fútbol, la gente pierde la cabeza. Hay cosas que, como no tienes una profesión que te obligue a opinar sobre ellas, creo que es mejor ser más discreto. En nuestro sector ha hecho bastante daño. También creo que ha habido bastante revanchismo.

-Pero también estamos viviendo una época en la que no puedes opinar libremente.

-[M. G.] A nivel de censura no fue muy afortunado aquello de Alka ETA, pero también hay que ver qué espacio tiene la creación y cuán preparada está la gente para entender esas cosas y cuando se sabe que es una creación artística y no una apología del terrorismo. Hace falta una sociedad con preparación, que no se cierre sobre sus convicciones absolutamente.

-Imagino Íñigo que por su trabajo habrá conocido diferentes lugares de España.

-[Í. G.] Ahora estoy en Córdoba y antes en Zaragoza, Melilla, Lérida, Madrid, Vitoria, Valladolid, Santoña...

-¿Su casa dónde es?

-[Í. G.] Prefiero considerar ningún sitio mi casa porque nunca sabes dónde puedes terminar... Además he estado en Bosnia y en el Líbano.

-¿Cómo se lleva eso?

-[Í. G.] Depende del destino. En Bosnia eran misiones de reconocimiento, sobre todo el control del armamento de los serbios. En el Líbano, en el 2014, era de relaciones cívico-militares. Era mantener los canales abiertos entre las autoridades civiles y religiosas y el batallón español. Un montón de misas de todas las religiones me he comido y cafés turcos he tomado a patadas. Lo peor es ver sufrir a la gente, sobre todo a los niños, pero como amante del patrimonio tengo que decir que me tocó el alma la destrucción de la biblioteca de Sarajevo. Entre nuestras obligaciones está la protección del patrimonio. Ahora las misiones son del tirón y uno acaba tocado, también físicamente.