Entre el autoodio y el ombliguismo

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA CIUDADANA

CARBALLO

28 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La semana pasada el hostelero muxián Manuel Sambad, que algo debe saber del tema, ya que su familia lleva tres decenios largos en el sector, ponía el dedo en la llaga: «Preocúpame máis que a xente empece a tolear que a competencia que nos poida facer o Parador».

Ese «tolear» al que se refería resume muchos vicios en los que, si no lo ha hecho ya en algunos casos, corre el riesgo de caer el sector turístico de la comarca.

A cuento de la última Fitur de Madrid, varios responsables políticos, se llenaban la boca al afirmar que la Costa da Morte es un destino plenamente consolidado y poco menos que daban a entender que de aquí en adelante todo tiene que venir rodado. Pero eso no es lo que opinan un puñado cada vez más lleno de profesionales, que en muchos casos coinciden con aquellos que llevan más tiempo bregando tras los fogones, haciendo camas o llevando a los turistas de excursión cuando la palabra ruta ni figuraba en el diccionario local.

Saben bien que el milagro económico de los últimos años en este caso responde a un entorno natural privilegiado y a una catástrofe de impacto mundial como fue el accidente del Prestige, factores ambos de escasa intervención humana, a no ser para mal.

Así que, del mismo modo que la afluencia de visitantes ha crecido como la espuma -ya hay quien habla del orden del medio millón de personas-, son conscientes de que el riesgo de matar a la gallina de los huevos de oro sigue ahí.

Ese peligro obedece fundamentalmente a un cambio de mentalidad bastante extendido sobre la concepción de lo propio, que pasa del autoodio a considerarse el ombligo del mundo sin solución de continuidad. Del mismo modo que hasta hace nada se renegaba de cuestiones tan naturales como la riqueza lingüística, las formas de vida rurales o determinados productos de la gastronomía, cada vez prolifera más la idea de que solo aquí se puede comer buen marisco o que el resto del planeta carece de acantilados. En base a esto se le puede llamar mariscada a un plato para dos por 20 euros o cobrar 100 por una habitación común en agosto porque «non teñen outro sitio a onde ir e ben a pagan».

Por supuesto que hay excelentes profesionales, muchos de ellos aprendiendo a marchas forzadas, haciendo su trabajo con la máxima calidad, pero, como apuntan estas voces críticas, basta uno tirando piedras contra el tejado propio para echar por tierra el esfuerzo de una decena de los otros. De ahí que fijen como receta salir un poco fuera, porque ayuda a poner los pies en el suelo y a darse cuenta de que el mundo es muy grande y de que nunca uno lo sabe todo.