«Chernóbil es un ejemplo de lo peor y lo mejor del ser humano»

beatriz antón FERROL / LA VOZ

CARBALLO

ANGEL MANSO

El fotógrafo saca a la luz un libro en el que rinde homenaje a los «héroes» del desastre nuclear

10 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Martes • Galería Sargadelos • 19.00 horas • Imposible no conmoverse ante los rostros y paisajes que César Toimil ha retratado con su cámara en Prohibida la apertura forzada de la puerta. Las páginas de su libro sobre Chernóbil -recién salido de la imprenta de la Diputación- son el resumen de nueve viajes al escenario del tristemente famoso accidente nuclear. Una suerte de «peregrinación» con la que el fotógrafo ha querido rendir homenaje a todos los héroes anónimos que tras el desastre arriesgaron sus vidas para salvar las de otras muchos. Pero también un viaje que le ha servido para comprobar que, incluso tras el más profundo de los desgarros, la vida siempre se abre paso.

-¿Qué le movió a hacer su primer viaje a Ucrania en el 2008?

-Creo que lo hice por agradecimiento a los liquidadores y al valor que demostraron tras el accidente. Además, siempre me llamó mucho la atención el tema de la radiactividad y cómo algo que puede hacer tanto daño puede ser usado para algo bueno en las terapias contra el cáncer. Esa dualidad entre el bien y el mal es algo que también se puede trasladar al accidente de Chernóbil. La mismas personas que con su negligencia pudieron provocar el accidente, al día siguiente se comportaron como héroes y no dudaron en salvar a muchas personas aún a costa de su salud. El ser humano es capaz de lo mejor y lo peor. Y Chernóbil es un ejemplo claro de ello.

-Homenajea a los famosos «liquidadores», pero también tiene un recuerdo especial para su padre, trabajador de Bazán fallecido a causa de la asbestosis.

-Cuando emprendí mi primer viaje a Ucrania pensaba en los héroes de Chernóbil, pero esa aventura me hizo pensar también en los héroes de mi ciudad. Mi padre murió a causa de la asbestosis, sabía que su enfermedad era consecuencia de su trabajo en Bazán, pero nunca quiso ningún tipo de compensación. A mí esa posición me recordó mucho a la actitud heroica de los liquidadores de Chernóbil y fue el descubrimiento de ese vínculo lo que me llevó a hacer más viajes y a querer homenajearlos a través de mi oficio, la fotografía.

-¿Cómo han acogido su trabajo en Ucrania?

-Les sorprendió mi punto de vista, porque, cuando se habla de Chernóbil, muy a menudo se le pone la coletilla de «apocalíptico» y la gente de allí ya está un poco cansada de ese enfoque. Si no optimista, mi visión sí que es esperanzadora. Eso es algo poco habitual y ellos lo valoran. No he querido mostrar imágenes hirientes, porque creo que se pueden decir muchas cosas de otra forma, siendo más sutil. Y, desde el punto de vista artístico, he intentado pasar desapercibido. La técnica fotográfica ha quedado relegada para darle protagonismo a la historia.