Las investigaciones sobre O Pindo revelan que en la roca se genera vida

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

XOSÉ AMEIXEIRAS

El geólogo Vidal Romaní halló 300 clases de bacterias en la Cova do Acivro

19 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre el monte de O Pindo florecieron durante la historia hechos legendarios, creencias y ritos, pero la ciencia también tiene un inmenso campo para trabajar. El geólogo de la Universidade de A Coruña Juan Ramón Vidal Romaní, asiduo estudioso y visitante del macizo, sostiene que en la Cova do Acivro detectó la presencia de hasta 300 clases de bacterias que «se están comiendo» la roca.

Durante mucho tiempo se ha creído que sin materia orgánica la vida es imposible. Las condiciones de la Cova do Acivro, donde las radiaciones solares son escasas y la humedad es muy alta, las bacterias hallan unas condiciones propicias para ir desarrollándose, atacando y destruyendo el granito. Se dan, pues, unas condiciones propicias para el «crecimiento de la vida». Y ello gracias a la presencia del silicio, que juega un papel muy importante en todo este fenómeno, como si viniese a sustituir el carbono. Todo ello es objeto de estudio actualmente. En esta misma cueva, Vidal Romaní halló restos de un vaso campaniforme de unos 9.000 años de antigüedad, elaborado con un tipo de arcilla de no muy buena calidad próxima a la propia cavidad. El diseño, en su opinión, también es pobre. Romaní piensa que «igual hay más cosas», por lo que requería un estudio más profundo.

La Cova do Acivro se formó, según explicó, por derrumbe. Un río fue formando un valle y en un momento, que aún no se dató, se produjo un desprendimiento de grandes bloques de granito que se fueron asentando sobre la garganta, lo que dio origen al gran hueco. El tránsito por este lugar es dificultoso y algún tramo exige ausencia de vértigo para atravesarlo.

Otra de las grandes curiosidades geológicas de O Pindo es la existencia de una roca («una brecha intrusiva contemporánea a la intrusión magmática que originó O Pindo») que el catedrático de la UDC no ha conseguido localizar en ningún otro lugar. Se trata de una pieza de varias toneladas que se formó en el momento de la erupción granítica del macizo central, el que dio lugar a la Moa. Se fue desarrollando por contacto o rozamiento entre el magma que iba subiendo y el que estaba solidificado. «Es como la kimberlita, pero no contiene diamantes», dice el especialista apoyado sobre la masa descubierta. Se fue desarrollando con fragmentos de todos los granitos ya consolidados. Es la primera vez que halla un ejemplar de estas características.

El granito de O Pindo se formó en el interior de la Tierra a unos 20 kilómetros de profundidad hace unos 350 millones de años, aunque no quedó expuesto en la superficie hasta hace unos 200. En el macizo carnotano lo hay dos tipos. El concordante, que forma el contorno exterior como el del Lugar onde se adora, y el discordante, que forma el núcleo interno, el del punto más alto, la cima de A Moa. El paisaje «endógeno, formado en profundidad» que ahora se ve, está compuesto por las diaclasas, que son las que dan el aspecto característico al pico de A Moa y Peñafiel; los tafones o cacholas, que han sufrido algún tipo de deformación o vaciado, de ahí las formas curiosas, y las pías.

Uno de los múltiples aspectos de estudio que genera un lugar tan complejo como O Pindo es la laguna de Caldebarcos. Vidal Romaní explica que, hace 15.000 años, el nivel del mar estaba mucho más bajo, unos 50 metros. A medida que fue subiendo, el sistema dunar existente se fue moviendo hacia el interior impulsado por el viento, hasta quedar retenido por el agua acumulada. Con lo cual la arena no puede seguir su avance, pero sí acabará cubriendo la masa de agua y entonces seguirá avanzando de nuevo, enseña el geólogo, que, al mismo tiempo, aconseja que se tomen las medidas de carácter urbanístico necesarias para ir adelantándose a lo que, sin duda, ocurrirá en el futuro.