El Anllóns puso fin a las caminatas que organizaron nueve concellos

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

La escuela de Tella fue el punto de arranque de la caminata, a la que se sumaron 190 personas llegadas de nueve concellos de la comarca

21 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El Anllóns fue la última estación de las Andainas Coñece a Costa da Morte. La escuela de Tella fue el punto de arranque de la caminata, a la que se sumaron 190 personas llegadas de nueve concellos de la comarca. El ambiente de despedida y las ansias de disfrutar del entorno del río pondaliano pesaban a partes iguales. Javier Couto fue en esta ocasión el capitán de la ruta, una de las más atractivas del programa y, sin duda, la más divertida.

Las huertas de Tella pronto dieron paso a los caminos entre montes adonardos por estralotes o dedaleiras anunciando ya un San Xoán que está a las puertas. Una rápida subida y ya aparece Casasnovas. Al pasar el lugar ladran desganados algunos perros y aparecen un cruceiro, en el que alguien colocó unas flores de adorno, y el castro de Tallo, como muchos otros de la comarca oculto bajo la naturaleza verde y vigorosa. Las almas de sus desaparecidos moradores permanecen adormecidas entre las ramas de un bosque en el que resaltan las hojas de algunos robles vicosos. Al fondo del camino se ve la casa de Calviño, el inmortal regueifeiro de Tallo y referente para muchos que durante deceninos practicaron y otros pocos que practican el arte de la versificación espontánea. La iglesia callada y las torres abandonadas pasan de largo, para otra ocasión.

En Bergantiños los toponimos son contundentes, como la naturaleza. Por Ferreiros los bosques lucen vigorosos con sus carballos, sus castaños y sus abeneiros llenos de vida. El verde se introduce hasta las profundidades del nervio óptico. Los organizadores fueron colgando carteles informativos sobre la clase de árbol, su origen y sus características. Lástima que el ritmo de los pasos no diese más tiempo para ilustarse con todo el contenido de las hojas plastificadas.

Y el Anllóns, silencioso y apaciguado, como si quisiese acompañar al caminante sin hacerse notar. Lástima que nadie haya podido retirar los árboles muertos en el cauce, con la evidente imagen de descuido. Entre la sombra y el cauce formando meandros los senderistas se sentían verdaderamente afortunados por poder andar por un lugar tan hermoso. Además esta ruta tuvo sus dosis de aventura calculada. El paso por los estrechos senderos casi sobre el lecho de agua, con lo que los caminantes incluso se pudieron hacer la ilusión de vivir el peligro de poder caerse al río en las curvas de O Requeixo. Unas cuerdas y la colaboración mutua, impidió hacer realidad esa sensación que a más de uno no le importaría que se cumpliera. Y así hasta llegar al puente de Cardezo, en Cabana, muy cerca del oro de Corcoesto.

En A Gándara una casa exhibía símbolos celtas en sus paredes: trisqueles, esvásticas, espirales y nudos. El ritmo se aceleró a continuación para llegar hasta As Pedras do Rei, donde la tropa se asomó al mirador para disfrutar del valle pondaliano, y también de algunos inmuebles con el ladrillo a la vista. El final fue en A Trabe, donde la feria se recogía.