Las raíces del pino de Pondal, esculpidas

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CARBALLO

Marcos Míguez

Enrique Tenreiro termina la obra que hizo con los restos del árbol plantado en 1925 y que tiró el temporal en 2014

07 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Está escrito en 1890. Desde entonces ha sido repetido y cantado millones de veces: «Os bos e xenerosos / a nosa voz entenden / e con arroubo atenden / o noso rouco son, / mais só os iñorantes / e féridos e duros, / imbéciles e escuros / non nos entenden, non». El escultor Enrique Tenreiro no entendía como el pino plantado al lado de la estatua de Eduardo Pondal, en los jardines de Méndez Núñez, iba a ser quemado. Era un símbolo. Por el Himno Galego. Por el escritor. Por los años que levaba allí. Por ser fruto de una de los muchos homenajes que la ciudad tributó al bardo. Porque había sido plantado en 1925 en una simbólica iniciativa de Circo de Artesanos. Porque para el próximo año se cumplen cien años de la muerte de Pondal.

El «non nos entenden, non» parecía sonar de fondo cuando «ví en la portada de La Voz de Galicia (15 de febrero de 2014) que el pino estaba tirado y pensé que era una barbaridad que se perdiera», evoca el escultor. Fue uno de los árboles derribados por aquel temporal, el Ulla

Para evitar tal pérdida se fue a ver cómo estaba el pino. «Quedaban unos 70 centímetros; el resto ya lo habían troceado y estaba quemándose en Nostián». Luego, «fui a Cultura. Hice un escrito. Me decían que quería y les dije: Pues que le digan a la concejala que hay un señor que hizo el Himno Gallego; que tiene un poema que se llama Os Pinos; que se murió en A Coruña y fue un entierro multitudinario; que le pusieron un busto y le plantaron un pino...». Al cabo de dos días volvió a Méndez Núñez. La responsable de retirar lo que quedaba del pino le dijo que también lo iban a quemar. Tenreiro fue hablar con los responsables de Medioambiente y pidió que pararan, «porque esto es una locura». Le dieron 48 horas para conseguir el permiso para quedarse con las raíces y el trozo de pino. Explicó que quería hacer una escultura con ellos. Finalmente obtuvo el permiso para llevarse unos restos «que pesaban por lo menos mil kilos», explica, mientras muestra la escultura en que ha convertido aquellas raíces. Ahora la escultura pesa unos 600 kilos y es una pieza en la que ha vendido trabajando durante los últimos cuatro meses.