Salvando vidas: altruismo y reciprocidad

Elsa Gundín LA OPINIÓN DEL EXPERTO

CARBALLO

03 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aveces cuesta creerlo pero el ser humano es solidario por naturaleza. De hecho, si te paras a pensarlo, seguro que en algún momento de tu vida realizaste un donativo, por pequeño que fuese, a una causa benéfica, ¿verdad?

Una de las mayores muestras de solidaridad en nuestra sociedad son las donaciones de sangre. Esto nos lleva a cuestionar el porqué de un aparente dar sin esperar recibir nada a cambio. No se trata solo de altruismo, de un «dar por dar».

Hay que tener en cuenta las experiencias personales y motivacionales de cada individuo que pueden ir desde satisfacer necesidades morales, religiosas, por peticiones familiares o de amigos o incluso como respuesta a nuestra necesidad de sentirnos miembros de un grupo.

Podemos hablar y relacionar la «obligación de dar» sangre con la esperanza que tenemos en la «obligación de recibirla» si un familiar o alguien que conocemos la necesita, o incluso por si nosotros mismos la necesitásemos el día de mañana. «Obligación» que sienten familiares de personas que han recibido transfusiones, incluso pacientes ya recuperados, con el fin de devolver lo que han recibido y que les ha salvado la vida.

Resulta curiosa también la diferencia en el número de donaciones entre pueblos y ciudades, entre Galicia y otras comunidades autónomas, o incluso con respecto a otros países como Estados Unidos, donde las donaciones son retribuidas. Es algo impensable aquí.

Las menores diferencias sociales entre los individuos favorecen la cohesión social entre comunidades, que las personas nos sintamos unidas, nos identifiquemos con nuestros vecinos, y que estemos más dispuestos a ayudar en beneficio de la comunidad que hemos creado y a la que pertenecemos, sintiéndonos mejor confiando en que ellos harían lo mismo por nosotros. Reforzando así nuestra pertenencia al grupo. En definitiva, salvando vidas gracias a nuestro altruismo y reciprocidad.