La mitad de las granjas cerraron desde la crisis de las vacas locas

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

En este establo de Cuns (Coristanco) se dio el primer caso.
En este establo de Cuns (Coristanco) se dio el primer caso. casal< / span>

El número de reses también cayó más de un 37 % en los últimos tres lustros

23 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Quince años después de que estallase a nivel de toda Europa la crisis de la encefalopatía espongiforme bovina, conocida popularmente con un alto grado de exageración como de las vacas locas, el panorama de la ganadería de vacuno en la Costa da Morte ha dado un giro radical, con la pérdida de prácticamente la mitad de las explotaciones.

Así, si en el año 2012, el siguiente al grueso de la crisis por esta enfermedad había en los 16 concellos de la zona más de 5.000 granjas, según los últimos datos publicados por el Instituto Galego de Estatística (IGE) no llegan a las 2.500, lo que supone, en términos concretos una reducción del 48,34 % de los negocios, en su gran mayoría familiares.

La cifra, con ser alarmante, no refleja por completo la manera en la que se ha transformado el sector en los últimos tres lustros, puesto que esta reducción coincide también con un cambio de modelo productivo y con una crisis demográfica profunda y enquistada. Hay mucha menos gente en la comarca, menos cuadras y también menos vacas, pero la merma no es tan grande como cabría deducir del cierre de explotaciones. Así, el número total de cabezas de bovino ha descendido en algo más de un 37 % y las vacas destinadas a producción de leche, es decir en establo para el ordeno, ha bajado un 35 %.

Más eficientes

Un menor número de vacas no significa que se esté vendiendo menos leche en la Costa da Morte. Si en el 2001 una vaca producía poco más de 7.000 kilos al año de media, en estos momentos esa cifra se sitúa por encima de los 9.200. Eso sí, todo ello implica otro tipo de costes en genética, controles reproductivos y renovación de animales, porque si la vida natural de una vaca ronda los 20 años, en una granja de alta producción raramente supera los seis o siete.

El volumen de negocio de los establos, hasta la última crisis de precio que mantiene a muchos de ellos al borde la ruina, mantuvo un crecimiento continuado a lo largo de los últimos años, en ocasiones verdaderamente acusado. Así, entre el 2012 y el 2013 la facturación se disparó en más de siete millones de euros hasta superar los 65. Sin embargo, en los últimos dos años todo eso se ha venido la traste hasta el punto de que el precio medio al que están firmados muchos contratos, de en torno a 28 céntimos por litro, es más o menos el que se pagaba en 1995.

Rigurosidad sanitaria

La crisis de las vacas locas, que supuso un durísimo golpe, primero para las granjas afectadas y después para todo el sector, especialmente el de carne, debido al injustificado alarmismo sanitario, también trajo aparejadas algunas consecuencias positivas.

El sacrificio doméstico de reses -salvo algún caso puntual muy aislado, que siempre puede darse- ha desaparecido y ya no forma parte de las costumbres de la zona. Prácticamente todo el ganado bovino pasa por los mataderos autorizados. Además, la gestión de los residuos por los cauces oficiales también se ha convertido en norma generalizada.