Navegar sin timón lleva a destino incierto

CARBALLO

19 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

De nuevo el turismo se ha puesto en el ojo del huracán en la Costa da Morte. Hosteleros de varias localidades están que arden por la competencia desleal. En otras más siguen lamentando que no se tomen medidas contra el campismo ilegal y la formación de poblaciones flotantes en áreas paisajísticas de primer nivel con decenas de furgones y autocaravanas como vivienda. Y la tercera, empresarios del sector  que están de uñas porque carecen de elementos divulgativos para asesorar a sus clientes sobre espacios y lugares de los que pueden disfrutar durante su estancia.

   Aunque el desarrollo turístico de la Costa da Morte es más que evidente y que se han dado pasos de gigante, también lo es que muchos de sus problemas o defectos son los mismos de los últimos lustros. El fraude de los alojamientos ilegales no es nuevo. Lo que sí lo es más es que hay muchos emprendedores que han invertido importantes cantidades de dinero en sus instalaciones y se ven atacados por una competencia que no ha pasado el tamiz de los reglamentos ni cotizan a la Hacienda por su actividad. El escenario no es nuevo: precariedad laboral, ausencia de formación y falta de conciencia de que todos hemos de contribuir a los gastos del Estado. No es algo propio de una localidad, como hay gente que se ha empeñado en hacer ver. Afecta a varios pueblos de esta proa atlántica. El que más y el que menos tiene su calvario. Incluso con las denuncias públicas se podría estar señalando con el dedo algún municipio concreto cuando los demás también tienen la viga en su propio ojo. Una vez más, cada uno arrima el ascua a su sardina, sin importarle que se resuelva una deficiencia que es general. Es, además, un caso más en el que se demuestra que las Administraciones suelen ir detrás de los problemas, casi nunca delante. Uno de los inconvenientes más grandes para los que sufren este problema es que el sector turístico de la Costa da Morte parece tan o más descabezado que nunca. Acaso las elecciones municipales obligaron a parar su empuje, pero desde entonces no parece haber resucitado, precisamente cuando la campaña empieza a coger gas y se echan de menos voces autorizadas para abordar una cuestión de envergadura.

    Por otro lado, llegó el verano, y con él, el campismo ilegal y los asentamientos de furgones y autocaravanas en arenales apartados. En algunos lugares se forman núcleos flotantes de población con más de un centenar de habitantes sin ningún tipo de medida de seguridad ni de higiene. Se ve a gente lavando o consumiendo agua en regueros a los que van a parar aguas residuales. Y los respectivos regidores, tan felices. Mientras la carencia de áreas para autocaravanas sigue sin suplirse, a no ser el Concello de A Laracha y una iniciativa privada en Fisterra, localidad que, por cierto, ha logrado erradicar, al memos de momento, los campistas del Mar de Fóra.

Con los calores suelen llegar también las quejas de los hosteleros por la falta de medios y sistemas de guías para sus clientes. Una vez más, en este campo, la falta de profesionalidad es dolorosa. Es difícil saber que indicaciones pueden dar personas que ignoran datos fundamentales referidos a la Costa da Morte. Varias casetas destinadas a guías turísticas permanecen cerradas, como en lustros anteriores. No por viejo deja de ser un incomodo. Muchos elementos patrimoniales siguen ocultos a la divulgación, mal señalizados e incluso abandonados. Es como navegar sin timón y el destino del barco es una incógnita.  

Una guerra que no le conviene a nadie 

Las más de las veces, lo difícil es saber qué es lo correcto. Acertar es complicado, y más en política. Por eso algunos de los nuevos gobiernos locales aún andan a tientas. El de Ponteceso ha tenido dos frentes esta semana. Por una parte, la polémica con los sueldos, si son más reducidos, o no, que los del anterior ejecutivo o si las operaciones matemáticas maquillan o no los honorarios. De hecho, el primer escollo lo tiene con la propia secretaria de Concello, que ha informado negativamente la propuesta. Un eslabón más de la cadena de diferencias entre el mandatario y un grupo de empleados municipales con los que anda a la greña. No es fácil, ciertamente, romper dinámicas de más de dos decenios. O vicios, que también los puede haber. En cada grupo hay profesionales muy buenos, otros que no lo son tanto y también los hay que si el viento no les viene de cara no dudan en plantear problemas. Un alcalde que entra nuevo en un consistorio quiere barrer en un día el poso de muchos años. El secreto está en encontrar el justo equilibrio entre el buen servicio a los ciudadanos y los derechos de los trabajadores. Romper dinámicas cuesta y es necesario tener temple para no encender hogueras. No le queda otra que hacerlo. Una guerra funcionarios-alcalde no le conviene a ninguna de las partes, y a los vecinos, tampoco.