Nazarenos y penitentes

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado EL OTRO LADO

CARBALLO

01 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos en días de palmas y ramos, en los que algunas formaciones políticas con poco nombre se apostan a la vera de los caminos para recibir con lisonjas a aquellos que antes salieron despavoridos de otras tierras prometidas o que, desde la inconsciencia, la buena voluntad o una vocación incipiente de servicio público, que también la hay, van a meterse en un jardín que tiene poco que ver con el del Edén y mucho con el desierto de los israelitas.

Entre tanto, en las grandes cofradías, las de los nazarenos a cientos, cada vez hay más quien se siente a la palangana y menos quien esté dispuesto a lavar los pies. Sobre todo cuando el paso que hay sacar en procesión en pocos días, más que tallado por Juan de Juni o Alonso Berruguete parece pintado por la buena de Cecilia Giménez, la del Ecce Homo de Borja. Tanto que nada garantiza que, a poco que llueva, se le pueda correr el barniz y deje a la vista toda la carcoma. De ahí que en muchos casos, el óleo que están extendiendo las grandes palas de la gravilla y de las promesas para no cumplir, más que el aceite de los monarcas parezca ya el ungüento de los enfermos.

Son tiempos de penitencia y desazón en los que prácticamente todas las coronas están revestidas de espinas y en los que cuesta saber cuál va a ser el cirio que alumbre para dar la luz al mundo y cuál el que le va a dejar chamuscadas hasta las pestañas al que se acerque demasiado a la vela equivocada.

Las grandes seguridades en muchos puertos se han acabado y de ahí que antes de ponerse el capirote, los que otrora tenían claro cuál debía ser su color esta vez estén esperando al último toque de las campañas para ver si compensa de verdad apretarse el cinturón de esparto o si, por contra, será mejor quedarse en casa en alpargatas y, si eso, escuchar cómo cantan las saetas desde el balcón.

El problema es que a este paso va a pasar el día de gloria y más de uno va a tener una piedra tran grande en la puerta del sepulcro que no habrá milagro que pueda obra tamaña resurrección.