El especialista muxián cuestiona algunas de las soluciones adoptadas
11 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Sabido es que, en el lugar de la Barca, coexisten dos santuarios: el primero, el empedrado neolítico presidido por la Pedra d?Abalar, de cultos hierofánicos, y el segundo, la edificación arquitectónica que, mediante un proceso cristianizador altomedieval, por vía mariana, permitió a los nuevos creyentes disfrutar de uno de los templos marineros de más prestigio en España y tal vez en Europa. Ambos sufrieron los inesperados azotes de un incendio y de un temporal inclemente el 25 de diciembre de 2013 y el 6 de enero de 2014, respectivamente.
¿Qué alcance tuvieron los daños y cómo se afrontó la reparación?
El Santuario barroco fue devorado por las llamas y el emblemático retablo mayor, una de las joyas de Miguel de Romay, quedó convertido en cenizas, a pesar de que se pudieron salvar seis de los retablos laterales -dos de ellos barrocos y cuatro neoclásicos- y gran parte de su iconografía. Del mayor, y debido a la pericia del cura párroco, que la conservaba fuera del santuario, sustituida por una réplica, pudo salvarse la imagen gótica de la Virgen de la Barca, exquisita talla policromada de mediados del siglo XIV.
El santuario de piedras de antiguos cultos, asentado en los acantilados, asistió al desplazamiento y a la ruptura parcial de la Pedra d?Abalar, un trauma más llevadero, en tanto que la Piedra puede recolocarse y, sin duda, recuperar su antiguo movimiento.
El Arzobispado de Santiago, administrador del bien arquitectónico, afrontó la restauración con demasiada parsimonia, una actitud inexplicable teniendo en cuenta que es una institución que puede hacer adjudicaciones directas y evitar el concurso público, especialmente en casos de urgencia como el de la Barca, cuya bóveda presentaba peligro de derrumbe por la persistencia de la lluvia.
En cualquier caso, habrá que felicitarlo porque afrontó el problema y hoy el santuario está prácticamente restaurado, aunque el trabajo final ofrezca algunas anomalías. Hay que tener en cuenta que la edificación barroca, construida, entre 1717 y 1719, merced a la financiación de los Condes de Frigiliana y de Maceda, había sido restaurada recientemente por el IPCE (Instituto de Patrimonio Cultural de España) del Ministerio de Cultura, con un riguroso proyecto de los arquitectos coruñeses Ramón Estévez y Javier Martínez, proyecto que permitió casi la recuperación al cien por cien del bien, una vez que se restableció el solado original de piedra.
¿Cuáles son las anomalías de la presente restauración?
Ignoro la experiencia de los redactores o redactoras del proyecto, pero el que suscribe, que supervisó en su período de dirección del IPCE más de doscientas obras en toda España y trabajó con los grandes expertos de restauración de este país, debe recordarles que restaurar no es reconstruir y un principio básico de este proceso pasa por el respeto escrupuloso de la identidad original del bien, alejándose de crear nuevas identidades.
Creo que con el escaso presupuesto con el que contaron hicieron un buen trabajo, pero reinventaron el recerco de la puerta de entrada, en la fachada Oeste, la principal, al introducir un elemento cromático -un peculiar color ocre- que nada tiene que ver con el bien, con lo cual generaron un elemento descontextualizador de corte kitsch, que no se aleja mucho de lo que hizo -salvando las distancias- la señora Cecilia Giménez, pintora aficionada, en agosto de 2012, con el Ecce Homo del Santuario de la Misericordia de Borja.
Les recuerdo que ese recerco sin pintar existe ahí, mimetizado con la piedra y apenas visible, desde la época en que se hicieron las torres, en 1959. Lo mismo sucede con las puertas, definidas por un cromatismo llamativo, alejado de la historia del santuario o con la disociación de los colores de las ventanas en la cara Este. Tampoco entendemos, por qué se rompe la identidad del santuario ocultando el solado de piedra de la sacristía e incorporando una plataforma de madera de unos cuarenta centímetros de alto, lo que dificultará, en el futuro, el cierre de las puertas del retablo hacia el interior, tal como había sido concebido en 1717. Sinceramente, un buen restaurador no reinventa identidades, porque ello significa falsear el origen del bien, sabiendo que el objetivo será siempre recuperar aquel origen. En fin, considero que todo lo demás ha sido respetuoso y por ello felicitar al Arzobispado, pero deberían hacer un esfuerzo para evitar el dislate de la puerta principal. Están a tiempo.
¿Qué se debe hacer con el retablo mayor?
Aunque el gran debate que se presenta ahora es la concreción de un retablo mayor. Algunos lo tenemos claro (las experiencias en las catedrales de Mallorca, Reims o Vincennes, con los Barceló, Chagall o Matisse avalan nuestra presunción) y consideramos que no vale el concurso público, sino la adjudicación a un reconocido artista internacional. Este debe tener en cuenta la identidad mariana y marinera del santuario muxián, el hecho de ser fin del Camino de Santiago, la existencia de un camarín y de una Virgen gótica con la narración mítica de la aparición al Apóstol, entre otras poéticas, para concretar un modelo renovador y sorprendente, tal como fue en su día el de Romay.
El efecto multiplicativo del arte en la economía lo demanda y el pueblo de Muxía lo necesita. A los peregrinos del santuario se sumarían los que vendrían a ver el retablo de la Virgen, de Morris, Paladino? tal como sucede en Mallorca, Reims o Vincennes.
análisis
Antón Castro fue director del IPCE, el organismo que lleva a cabo la gestión del patrimonio y la restauración del Ministerio de Cultura.