La anciana se resistió, pero el ambulante, sonriéndose y uniendo la acción a la palabra, intentó colocárselos. Y fue en ese momento cuando la mujer fijó la mirada en el rostro del vendedor, quedando suspensa unos segundos, surgiendo entonces al unísono dos gritos que salieron del alma:
-¡Mi madre!... -exclamó el vendedor
-¡Meu filliño! -dijo la mujer, fundiéndose los dos en un fuerte y largo abrazo, llorando de alegría: el hijo pródigo y la madre sin consuelo.
Este suceso que relató Alejandro Lastres fue, según él, de general conversación y comentarios durante semanas en los pueblos del litoral de la ría de Corcubión en aquella época. Según todas las referencias por él adquiridas, el muchacho llegó en su infantil escapada, de aldea en aldea, hasta Vigo, en donde halló ocupación como herrero y después de marinero hasta los 18 años. Entonces, emigró a la Argentina, juntó algunos ahorros, contrajo matrimonio con una paisana y retornaron ambos otra vez a Vigo, dedicándose a la venta ambulante de tejidos y bisutería, utilizando un automóvil propio para su comercio.
A raíz del encuentro con sus familiares, dice nuestro abogado Lastres, que el vendedor declaró el propósito de radicarse en O Pindo, edificando allí una «casita» sobre la poética montaña donde se guareció aquella noche inacabable de su tragedia.
En fin, que la Historia también es literatura.
galicia oscura, finisterre vivo