Los retos de Muxía en los años 20

Luis Lamela

CARBALLO

CEDIDA (LUIS LAMELA)

El puerto y las carreteras eran las principales necesidades de la localidad

04 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cuál es la Geografía que envuelve a Muxía? Una península abrupta, sin vegetación, granítica... Un océano inmenso, bravo que le aprisiona con puntas ingentes y más salientes que cierran su amplio horizonte visible. Un santuario: la Barca, perpetuando una tradición, sobre un acantilado; envuelto todo por una temperatura media agradable, y un clima sano». (Fragmento de un texto de José Toba Fernández, maestro interino de Ozón-Merexo, publicado en la revista Alborada, de Buenos Aires en febrero de 1927, escrito que aprovechamos para preparar este trabajo, junto con otro de Manuel Areas Blanco, también publicado en la misma revista).

A raíz de gestiones efectuadas por Manuel Lastres García, el Ministerio de Hacienda dispuso habilitar en 1925 el puerto de Muxía para carga y descarga de mercancías y frutos nacionales en régimen de cabotaje, habilitación concedida en base a las deficientes vías terrestres que elevaban mucho el precio del transporte, originando también dificultades y dilaciones. En 1926, año en el que falleció un prestigioso comprador de encaje, Juan Mosquera Graíño, ejercía la alcaldía de Muxía por la Unión Patriótica de la «dictablanda» de Miguel Primo de Rivera, Manuel Balboa López, profesor mercantil y gerente de Galicia Industrial, una fábrica de encajes. Desempeñaba también la tenencia de alcalde Gervasio Varela Toba -y la alcaldía desde 1927 a 1929-, un profesor mercantil y acaudalado comerciante, y el cargo de juez municipal, el abogado y poeta Gonzalo López Abente.

En esa época existía la carretera de Berdeogas a Muxía, la única vía terrestre que unía el pueblo con la civilización. Para llegar a Corcubión, sede del Partido Judicial, era necesario recorrer 32 kilómetros en lugar de los 16 actuales. No había, por tanto, la carretera que de Muxía conduce a Cee por Pereiriña. Al año siguiente, en 1927, Muxía iba a disponer de alumbrado eléctrico público con veinte años de retraso con relación a pueblos como Cee, Corcubión o Fisterra. En los primeros meses de este último año terminaban los trabajos de colocación de maquinarias y de postes del tendido por parte de su propietario, A. Bermúdez Abente, un rico indiano que había regresado de Buenos Aires. Y a últimos de 1928, el vecino y médico de Os Muíños, Cándido Insua Miñones, solicitaba igualmente un permiso al Gobierno Civil de A Coruña para el aprovechamiento de agua del río de O Muíños, en el sitio denominado Pozo de Batán, en donde estaba construyendo un pequeño salto y una edificación destinada a proporcionar el fluido hidroeléctrico a la villa de Muxía. Precisamente, en esos días la Guardia Civil practicaba gestiones para averiguar quién o quienes habían disparado con arma de fuego contra el secretario del Juzgado municipal, Alfredo Leiro López, al pasar por el sitio conocido por A Carrúa.

Las tierras de cultivo de Muxía producían toda clase de cereales, legumbres y frutas, especialmente maíz, trigo, patatas y lino, y estaba considerado el granero del Partido Judicial; lo mismo sucedía con la ganadería, una de las actividades más florecientes por la calidad y la abundancia de sus selectas razas. Aparte de su desarrollo agropecuario y sus derivados, estaba también el sector forestal con importantes explotaciones de pino y otras maderas, tanto en San Martiño de Ozón como en Os Muíños o en Labexo, Moraime, Merexo, Caberta, Frixe y Serantes, entre otros lugares.

La importancia de la pesca

No obstante esta riqueza agroforestal, la pesca era el sector más importante del municipio, una de sus principales riquezas, la más productiva y floreciente industria del pueblo, sumándose las localidades de Nemiña, Lourido, Touriñán y Merexo, en donde radicaba una importante fábrica de salazón, tanto por su abundancia como por su calidad en abadejos, congrios, pulpos y langostas y otros mariscos.

En Muxía sabían como podía potenciarse la explotación de las riquezas del mar: reemplazar la vela por el motor, la cooperación a cambio del individualismo, industrializar la pesca y mejorar la comercialización, pero no existía ni muelle ni espigón que protegiese debidamente las embarcaciones mayores, ni había Pósito de Pescadores que les organizase. «Rompamos esta costra de apatía -escribió José Toba Fernández-; variemos siquiera de postura (hace unos cuantos años estamos muy muertos); algo que sea movimiento en cualquier sentido, ya que moverse es el primer síntoma de vida. Incorporarse, ya que se presiente un renacimiento muxián. Hagamos de la pesca la industria básica y racional y será un venero de riqueza bella, tan emotiva; con un clima verdadero sanatorio natural, fomentemos un centro de atracción para peregrinos y turistas. (?) Sigue siendo una vergüenza que para visitar las cultas villas de Corcubión y Cee tengamos que recorrer unos 32 kilómetros, mientras solo nos separan 16 a través de una zona rica del Ayuntamiento de Muxía a Cee, que gime olvidada sin comunicarse ni poder exportar sus productos».

Toba Fernández trataba de empujar a los indianos y rentistas residentes en la villa a convertirse en emprendedores en lugar de preferir una vida sencilla. A veces los veía sentados sobre rocas o acantilados anonadados ante el panorama que se extendía ante sus ojos, añorando andanzas juveniles, soñando, gastando sus fuerzas psíquicas con poca utilidad: ante la idea de lo infinito se sentían pequeños y no aspiraban a más, intuía Toba. Hemos identificado a uno de los indianos residentes en Muxía en marzo de 1928: el joven y acaudalado comerciante de la Habana, Cayetano García Lago, muchacho que acababa de pedir la mano de Purificación Tormo, hija de un catedrático del Instituto de A Coruña.

Por estar Muxía alejada del resto del mundo, existían algunas empresas de transporte: en mayo de 1929 José María Canosa poseía un moderno ómnibus Ford, entre algunos más. Y fue importante económicamente también la producción de la industria de la puntilla y de los encajes, una especialidad casera a cargo exclusivo de las mujeres, alternando esta dedicación con las rudas tareas de la casa, de la labranza y de la pesca, más que aprovechando sus momentos de ocio y sosiego, robando el tiempo al tiempo.

Y, en esta situación, llegó la II República.

galicia oscura, finisterre vivo