«El desafío del viejo pintor es el de mantener viva la llama»

La Voz

CARBALLO

20 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Licenciado en Bellas Artes, su formación es muy prolija, sus exposiciones internacionales y sus retratos más que conocidos: poetas del 27, miembros de la familia real, los padres de la Constitución... Hernán Cortés también es patrono del Real Patronato del Museo del Prado.

-Dejó la tradición familiar de la medicina por la pintura. ¿Puede esta curar? Al artista, al que ve...

-En cierta medida sí, aunque debo decir que conozco a muchos artistas a los que no considero precisamente unos santos... La actividad artística te ayuda humanamente y permite transmitir esa humanidad a los demás: te enseña a tener paciencia y humildad, porque para conseguir algo valioso en pintura debes confiar tanto en la voluntad como en la buena asistencia de las musas. Por otro lado, soy muy aficionado a disfrutar viendo pintura de otros, y no digamos si se trata de los grandes maestros que tanto me han enseñado. De esta experiencia, como le ocurre a tantas personas, siempre he salido con una sensación de mayor salud espiritual.

-Tantos nombres han pasado por sus manos... ¿Hay algún retrato que lo haya marcado más que otro?

-El que hice de Dámaso Alonso para la Real Academia Española supuso un punto de inflexión en mi trayectoria, si bien es verdad que antes había retratado a Jorge Guillén y Rafael Alberti, en cuyos cuadros descubrí la enorme influencia que el espacio podía tener en la representación pictórica de un ser humano. Todo esto, unido a los retratos que hice de amigos profesores en mis comienzos, determinó en cierta medida que yo entendiera el retrato desde un cierto humanismo que me alejaba del llamado «de sociedad», además de llevarme a comprender que «un retrato es ante todo un cuadro». Ahora bien, es muy importante reflejar también la psicología del individuo [algo que, dice, puede ser la diferencia con respecto al retrato de un paisaje].

-Mucho habrán cambiado las cosas desde que hizo aquel primer retrato de su madre, siendo niño.

-En mis comienzos, la necesidad de domar la resistencia de la forma me mantenía en un estado de obsesión que me quitaba el sueño. Poco a poco, el trabajo diario con el dibujo, el color y la composición me fueron llevando a un mayor dominio de la técnica para que los deseos se acercaran a los resultados, y esto me ha permitido disfrutar más pintando. Ese sosiego tiene como contrapartida cierta pérdida de la tensión de la pintura juvenil, así que el desafío del viejo pintor es mantener viva la llama.