Bodas de oro que unen regiones y continentes

H. Dorial, P. Blanco

CARBALLO

Aurelio Carvajal y su esposa, Herminia Arcay, son sus hijos y nietos, junto a la playa de Malpica.
Aurelio Carvajal y su esposa, Herminia Arcay, son sus hijos y nietos, junto a la playa de Malpica. ANA GARCÍA< / span>

25 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Asturias y Galicia, España y Uruguay, Europa y América. Las dos regiones y los dos continentes forman parte de la vida en común de Aurelio Carvajal López, de 79 años, y Herminia Arcay Martínez, de 69, que el domingo celebraron sus bodas de oro de casados. En realidad, la efeméride se cumplió el sábado, pero eligieron el domingo por la comodidad de reunir a toda la familia. Ya por sí mismo es un hecho singular. Cada vez menos, de acuerdo, pero aún mantiene ese áurea de romanticismo llegar al medio siglo juntos. Antiguamente era algo excepcional, pero en nada veremos como las de platino (75 años) comienzan a ser comunes. Envejecemos rápido y el recambio es escaso. Es un efecto del avance de los tiempos, más de oro y menos nuevas. Los matrimonios ya escasean. Los religiosos, y también los civiles.

Aurelio y Herminia lo celebraron como se merece, rodeados de sus siete hijos, diez nietos y un bisnieto, con una comida en el restaurante Canta la Rana de Buño. Lo de unir continentes y regiones viene a continuación. Resulta que Aurelio es de Asturias. Del Concejo de El Franco, situado en el occidente del Principado, muy cerca de Tapia y de Galicia. Y al lado del mar, con el puerto de Viavélez. Allí pasó sus primeros 16 años, y después emigró a Montevideo. Fue en la capital uruguaya donde conoció a su mujer, que se había marchado de Malpica de niña, con 10 años. Y fue allí donde se casaron y tuvieron a sus dos primeros hijos.

A los 32 años, justamente tras otros 16, Aurelio y Herminia decidieron regresar a España. Y se hicieron cargo del bar Ibarra, uno de los clásicos de Malpica y de la Costa da Morte, situado en pleno centro, junto al cuartel. «Traballamos como burros», recordaba ayer el ya jubilado, hace una década. En 43 años en el local, no hubo días de cierre, salvo una vez, quince días, al cumplirse los 30 de la llegada a Galicia, que aprovecharon para regresar a América y ver a sus conocidos entre Montevideo y Buenos Aires. Ahora, del negocio se ocupa una de sus nueras. Aurelio también se encargaba de la concesión de Transportes Finisterre, en una época en la que los envíos eran mucho más frecuentes que ahora. De hecho, ahora ya no siquiera hay Finisterre, tras pasar a Arriva y después a Vázquez y a otras compañías. Otro de los nombres de la memoria colectiva que se van perdiendo con las décadas. Aurelio cuenta que se adaptó muy bien a la vida en Malpica. El aire atlántico, que nunca le abandonó, ayuda mucho. Tanto se adaptó que habla gallego correctamente. Tal vez ayude, además de tantos años y voluntad por hacerlo (sin ella no se consigue nada, ya pueden pasar 80 años que el que no quiere, no aprende ni a la fuerza), que su origen familiar está en una zona en la que el gallego ha pervivido hasta hoy. Una de las siete parroquias de El Franco se denomina A Braña, como suena. Así resulta todo más fácil. Y, sobre su matrimonio tan longevo, sentencia: «Témolo falado entre os dous, e se volvésemos a nacer, repetiríamos o mesmo». Así da gusto.