Una fuente romana única cuyos restos están desperdigados

X. A. CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Es uno de los tres ejemplares que se conocen en todo el mundo

24 nov 2013 . Actualizado a las 14:59 h.

Junto con el caso de las pinturas, uno de los abandonos más sangrantes de Moraime es el de la fuente descubierta en las excavaciones de 1972, ahora a la intemperie, y que constituye uno de tres únicos ejemplares que se conocen en todo el mundo. Escribe el historiador y archivero Pablo Sanmartín que pertenece a la tipología denominada meta sudans, «ou fontes en elevación, como a de Roma, xa desaparecida e que lle dá nome as outras, ou a da cidade romana de Djemila, en Arxelia, que é Patrimonio da Humanidade, e que sería moi semellante a de Moraime e aínda fica en pé». Pues, la muxiana está completamente abandonada en una finca lindante con el atrio y a la suerte del ocasional furtivo que se pueda llevar sus componentes.

Apunta Sanmartín que «é única polo feito da súa dobre concepción, funcional, pero tamén decorativa». No hay conocimiento de que en Galicia se haya encontrado otra igual. Otro analista, Gutiérrez Soutelo, escribe que este elemento arquitectónico «llama la atención por su complejidad, calidad constructiva y significativas infraestructuras de abastecimiento y evacuación del agua». Lleva tirada en la parcela desde 1972, sin que haya sido objeto de atención por parte de ninguna institución para restaurarla o evitar su deterioro. De hecho, ya faltan alguna de las piedras que sí tenía hace diez años.

Gutiérrez Soutelo sostiene que su factura es muy cuidada y de gran complejidad. Así, constaba de una base pétrea circular, de unos dos metros de diámetro, tenía un estanque cerrado y un elemento superior de carácter decorativo. Junto a los restos de la fuente está parte de la canalización formada en grandes bloques de piedra agujereados y encajados los unos en los otros. Gutiérrez sostiene que «la calidad de los materiales y su constitución son poco frecuentes en el imperio romano, sin que conozcamos paralelos en otros yacimientos peninsulares».

Selvita Touriñán Leiro, la vieja cuidadora del iglesario, es el gran testimonio vivo de lo acontecido en Moraime desde hace más de medio siglo. Es una mujer entrañable que cuenta muchas historias, unas fantásticas y otras reales. Aún es capaz de describir cómo estaban los restos óseos de las tumbas visigodas cuando Chamoso Lamas localizó el broche de bronce. También ha visto cómo fueron desapareciendo algunas de las joyas de Moraime, como la lámpara del presbiterio y muchos otros componentes de un conjunto histórico que se va deteriorando para dolor suyo.

Algunas de las viejas construcciones del monasterio se vienen abajo. Como las que ella utilizaba como cuadras para sus ovejas. No puede techarlas de nuevo porque no tiene permiso de Patrimonio. Tuvo suerte cuando el tejado se vino abajo: «As ovellas estaban alí e salváronse todas. Foi un milagre».