Este año hubo más gente que el pasado y probablemente menos que el que viene. El Carnaval veraniego de Corme lleva ya una década de crecimiento ininterrumpido desde que un joven que acudía a las fiestas de San Roque vestido de buzo inspirase a José Antonio Carabel para organizar esta celebración verdaderamente desternillante.
Sin las ataduras que imprimen en las vestimentas los rigores del invierno, cormeláns y, sobre todo, visitantes -porque estos días el pueblo está lleno de turistas, emigrantes retornados y vecinos de otros puntos de la comarca, que apuran los últimos días de las vacaciones-, los participantes se atrevieron con todo.
Así, en el desenfreno de las calles cormelanas se dieron cita atuendos de lo más variado, algunos verdaderamente originales. Los niños vestidos de globo, con cesta incluida y un grupo de jóvenes, que montaron un carrusel completo con luces, música y caballos fueron de los más destacados, junto a una comparsa que emulaba a los americanos restauradores de coches de Gas Monkey, con un Mini especial para la ocasión.