Las nubes apagaron las Perseidas pero no la curiosidad

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Jorge Mira dirigió la observación.
Jorge Mira dirigió la observación. ANA GARCIA

11 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El cielo ya se había escondido detrás de las nubes a media tarde, pero aun así dos centenares de personas no quisieron perderse el hechizo de seguir al catedrático de física Jorge Mira para contemplar el infinito por la noche desde el mirador de A Fernandiña. Es un buen lugar para ver como el Anllóns se deja diluir en el Atlántico, pero la oscura había impuesto su total dominio. Parece que todos los elementos se habían puesto en contra para agriar uno de los inventos más bonitos para el ocio veraniego en la Costa da Morte. Pese a todo, la Ruta das Estrelas valió la pena.

Pasaban algunos minutos de las diez de la noche cuando la tropa inició la subida a sabiendas de que los astros se habían escondido. Como encantada caminaba entre eucaliptales y pinares. El ascenso se hizo bueno para aligerar la cena y las grasas acumuladas en el descanso estival. Ya en lo alto, las estrellas y el mundo entero estaba cubierto. Las Perseidas se habían esfumado. Aun así, el infatigable físico dio una clase de astrofísica que sus ocasionales alumnos siguieron con gran atención. Lo hizo en un tono ameno, tanto que incluso sus explicaciones arrancaron carcajadas por momentos. Aun sin poder ver el fenómeno provocado por la Tierra al pasar por órbita del cometa Swift-Tuttle a unos 100 kilómetros de altura, la sudada había merecido la pena. «O ceo de agosto non é o mesmo ca o de setembro», decía el científico ante un público sentado sobre las pocas piedras que había disponibles e incluso sobre los tojos, utilizando las mochilas como cojín.

No había estrellas pero a Jorge Mira le servían las nubes como tema de clase, junto con Arturno, Venus o Saturno. Si no fuese por el velo de la noche del viernes, los caminantes habrían podido ver el brillo de la Estación Espacial Internacional, que atraviesa el cielo de Oeste a Este a unos 28.000 kilómetros por hora y a 350.000 metros de altura. En hora y media da la vuelta a la Tierra. El tiempo que lleva subir y bajar de A Fernandiña pero sin pararse nada. El manto tampoco dejaba ver el triángulo de verano, formado por Vega, Cisne y Altair, a los que aludió, obviamente, el científico, que explicó el funcionamiento del Universo y su creación, y cómo las galaxias se van expandiendo. Algún curioso preguntó cómo se mide la distancia a que están las estrellas y qué había antes del Big Bang. Y obtuvo cumplida respuesta, aunque durante la vuelta continuaba meneando la cabeza y dándole vueltas al hecho de que sea imposible saber qué habían antes de la gran explosión que dio origen al Universo y a los conceptos de espacio y tiempo. Una estrella es como una bomba termonuclear con una potencia inmensa y cuando desaparece genera una energía brutal. Quedó claro, no somos nada. Además la galaxia Andrómeda, que está a 2,5 millones de años luz, viene como una moto hacia nosotros (a unos 300 kilómetros por minuto) y nos llevará por delante, pero cuando esto ocurra ya no estarán aquí nuestros descendientes, ni siquiera los menos directos. Todavía tardará de unos 3.000 a 5.000 años. Así que todos se quedaron más tranquilos.

Recorrido cultural

Ángel Eiroa, promotor de la aventura, ocupó unos instantes para explicar que desde A Fernandiña en los días claros se puede gran parte de Bergantiños, Soneira y Fisterra, además del gran espectáculo del mar batiendo contra la Costa da Morte. Incluso recitó un poema que Eduardo Pondal dedicó a este paraje. La comitiva dio la vuelta satisfecha hacia Borneiro. Al llegar a la aldea, de nuevo Eiroa tomó la palabra ante la casa del finado pintor e inventor Manuel Lema Otero, el albañil que cuando trabajaba en Madrid pasaba todos sus ratos libres en el Museo del Prado. El recorrido, en el que participaron el alcalde cabanés y otros políticos e intelectuales de la comarca, continuó por el cruceiro giratorio y el castro A Cidá con los consiguientes apuntes de Eiroa, que ya pasada la una y media de la madrugada puso fin al periplo. A esa hora ya se dejaba ver la Vía Láctea, pero el cuerpo pedía cama, aunque algunos continuaron la aventura en los pubs.

Ruta das Estrelas Borneiro

Unas doscientas personas contemplaron el infinito desde A Fernandiña