La armonía regresó a la catequesis de Zas

redac.carballo@lavoz.esHarry Dorial

CARBALLO

Desirée Koaukou Tenoh, con Samuel Canosa Lojo.
Desirée Koaukou Tenoh, con Samuel Canosa Lojo. marcos rodríguez< / span>

03 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Queda ya muy lejanos, incluso borroso, aquellos episodios de discrepancias sobre la manera de sacar adelante la catequesis en la parroquia de Zas y en otras de la zona, dirigidas por el mismo equipo eclesiástico. Fue en enero de este año cuando las aguas volvieron a su cauce, porque no hay mal que cien años dure, y así podríamos seguir con refranes aplicables al caso media hora por lo menos. Ya lo contamos en su momento: el arzobispo, Julián Barrio, medió entre las dos sensibilidades doctrinales, y al final santas pascuas, apelación que tampoco viene mal para este caso.

Pero una cosa es contarlo en ese momento, hace ya una eternidad, y otra es seguir la historia que, con final feliz, se ha ido viendo poco a poco. De una manera muy clara: celebrando las comuniones con total normalidad. Dos de ellas, muy recientes. Los protagonistas (ese es su día, el de recordar para toda la vida, y lo demás son vainas) fueron Alexandro Montes Lukic y Laura Manuela Cernadas Lema. En cierto modo, también lo fue para los monaguillos, cuatro nada menos, que cumplen su papel. Y sin olvidar al párroco, Severo Lobato, encargado del oficio. La primera comunión se celebró en la iglesia parroquial de San Andrés, pero como esta hubo y habrá más, tanto en la capital municipal como en las demás localidades.

Y bien, puesto que de comuniones hablamos, citemos otra, asimismo reciente. Fue la de Samuel Canosa Lojo, de Brens, en Cee. El encargado de oficiarla fue Desirée Koaukou Tenoh, el sacerdote oriundo de Costa de Marfil, en África, que se hizo cargo de esta parroquia, y de Ameixenda, el pasado 19 de mayo. Samuel habrá sido, si no el primero, de los primeros niños de la localidad en dejar en sus manos este paso católico. Antes ya lo hizo durante mucho tiempo, casi ocho años, en Brandomil, Brandoñas y Muíño, en Zas (ha venido a sustituirlo un compañero colombiano), además de Alborés y Os Baos, en Mazaricos.

El sacerdote dejó huella: «Cuando les dije que me marchaba, los niños lloraban», recordaba hace unos tres meses en estas mismas páginas cuando explicaba su cambio de destino. No era nada nuevo. Ya unos años antes se había producido una especie de revuelta al anunciar un cambio que finalmente no se produjo. Los vecinos pelearon tanto, y con tanta fe, que se mantuvo, pero los curas son emigrantes de parroquias y de almas, y finalmente no hubo otra opción. Siempre hay excepciones, sobre todo en una comarca tan longeva como la Costa da Morte, donde algunos sacerdotes enfilan sin problemas las cuatro décadas en el mismo sitio. Misterios de Dios y del obispo.