Una diseñadora industrial ganó un concurso con este proyecto en 2011
13 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«Si la manera ideal de deshacerse del aceite usado es fabricando jabón, ¿por qué no lo hacemos todos?». A partir de esa reflexión, la diseñadora industrial hispanoargentina Analía Blanco comenzó a diseñar un electrodoméstico que convierte un residuo difícil de eliminar y gestionar en jabón biodegradable con solo presionar un botón.
La idea surge en un máster que la joven cursaba en 2011. Una asignatura que versaba sobre diseño sostenible le encendió la bombilla para solucionar un problema que había detectado en su hogar. «Está claro como reciclar el vidrio, el cartón o el plástico», explica la creadora. Sin embargo, «dependiendo de la comunidad o país en los que te encuentres, la recogida de aceite usado no está resuelta». Analía Blanco vio muy clara la solución, imitar a las abuelas para lograr un jabón que no contamina el agua y que, además, permite al usuario eliminar el molesto aceite usado.
El único problema es el ritmo de vida actual. «Lo que menos le apetece a una persona que trabaja, tiene familia y llega tarde a casa es ponerse a hacer jabón de manera artesanal. Por eso es tan fácil caer en la tentación de girar la mano y tirar el residuo por el desagüe», dice. Pero el proyecto Fábrica de jabón también solventa el problema de la manipulación de los ingredientes y el usuario solo debe dedicarle tiempo a poner las cantidades adecuadas de agua, sosa cáustica, aceite vegetal usado y, si se quiere, una esencia con aroma. La máquina se encarga de ir vertiendo y mezclando los componentes. Además, al estar herméticamente cerrado, el contacto con la sosa cáustica y la reacción que provoca cuando se pone en contacto con el agua se minimiza, incluso con los vapores que puede llegar a emitir.
El propio electrodoméstico vierte la mezcla en los moldes y a las 48 horas se obtiene una tableta de chocolate, que se puede partir sin necesidad de cuchillas.
El jabón resultante «está recomendado para la limpieza ecológica del hogar», comenta encantada la diseñadora, que lo usa «para lavar los platos, la casa, e incluso lo ralla para introducirlo en el tambor de la lavadora o en el inodoro». Otra de las ventajas, según ella es que el usuario conoce todos los ingredientes del detergente, «algo que no ocurre con los jabones industriales, que no están obligados a declarar algunos de sus componentes en la etiqueta», explica. Según ella, ese es uno de los orígenes de las alergias cutáneas.
Ganadora de un concurso
Analía Blanco ganó con este proyecto el concurso nacional de la Fundación James Dyson, cuyo objetivo es que los estudiantes o recién licenciados de ingenierías o diseño industrial diseñen productos ingeniosos que solucionen problemas. «Animo a todo el que tenga una idea, por muy conceptual que sea, que se presente. No cuesta nada y a mí me ha abierto muchas puertas», explica. Con las 2.000 libras de premio ha conseguido patentar su Fábrica de jabón y está acabando de hacer los prototipos finales, mientras busca la financiación y el fabricante que pueda construirlo y distribuirlo.
El plazo para presentar los proyectos estará abierto hasta el 1 de agosto. Se establece un premio internacional de 40.000 libras y 18 ganadores nacionales, dotados con 2.000 libras cada uno.