Camelle y Arou, cunas de los mejores navegantes gallegos

Juan Ventura Lado Alvela
juan ventura lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

Los jóvenes lo tienen ahora mucho más difícil para progresar en el sector

17 mar 2013 . Actualizado a las 12:02 h.

Puede ser la supuesta herencia vikinga de la Edad Media, que además de los cabellos rubios y los ojos azules les dejó una predilección absoluta por hacerse al mar o la estación de salvamento y desguace de barcos instalada en 1898, pero no cabe ninguna duda de que pocas localidades de la Costa da Morte e incluso de Galicia han dado tantos navegantes como los pueblos de Camelle y Arou.

Incluso antes, pero sobre todo en el último medio siglo, al margen de los emigrantes en Suiza y los que decidieron mantenerse en la pesca tradicional, el resto de los hombres de esta zona se buscaron un futuro en la marina mercante, con empleos de los más sufridos hasta cargos bastante más cómodos como el de jefe de máquinas, que desempeña ahora algún joven licenciado.

Todos reconocen que las condiciones tenían su dureza, sobre todo al principio cuando las estancias lejos de casa eran de años enteros y las vacaciones apenas duraban un mes, pero la mayoría coinciden en destacar que esas exigencias eran minucias comparadas con las situaciones de auténtica necesidad que se vivían en los duros años de la posguerra. «Para nós o camarote era mellor que a habitación dun hotel», recuerda Maximino Lobelos, uno de los veteranos que a sus 72 años ha dejado la mercante, como es lógico, pero se siente con fuerzas para «se fixese falta volver a navegar». De hecho, todavía lo hace, al igual que su hermano José que prácticamente calcó su trayectoria en el mar y que, al igual que él, todavía sale a pescar en la lancha que tiene en Arou.

Todos añoran aquellos años en los que florecía el trabajo prácticamente sin tener en la zona un puerto en condiciones y «non agora que hai muelle e non hai barcos», como denuncia Maximino. Fueron tiempos en los que la fisonomía de esta área costera cambió por completo aunque no necesariamente para bien. Se tiraron las antiguas casas, muchas de ellas sin los servicios más elementales, y se levantaron nuevas viviendas de ladrillo y hormigón, de dudoso gusto en muchos casos, pero que han cambiado radicalmente las condiciones de habitabilidad para sus propietarios.

No todas pero muchas se hicieron con el dinero que los hombres traían del mar en campañas tan rentables como agotadoras, mientras la familia esperaba en tierra con la incertidumbre propia de estos casos. Aunque no hubo grandes pérdidas -se llevó muchas más vidas la pesca- los trabajos en la mercante también dejan secuelas y no solo físicas porque la vuelta a casa y a la adaptación a unos ritmos totalmente distintos no siempre es fácil para gente que pasó tantos años a bordo.

La cantera lo tiene difícil

Aunque pueda parecer lo contrario, todavía hay jóvenes tanto de Camariñas como de otras localidades de la comarca que están iniciando sus carreras en la marina mercante, algunos con titulaciones superiores que le permiten acceder a los puestos de más responsabilidad tanto en el puente como en la máquina.

Sin embargo, tal como explicaba recientemente en una entrevista el director de la Escuela Técnica Superior de Náutica y Máquinas de A Coruña, el muxián Álvaro Baaliña Insua, las condiciones no son ni mucho menos las de antaño. Las compañías navieras reducen las tripulaciones a la mínima expresión posible y en el sector de los técnicos superiores están empezando a saber lo que es el paro, una realidad desconocida hasta hace solo unos años.

En cualquier caso, Baaliña animaba a los jóvenes de la zona a adentrarse en este campo porque sigue ofreciendo muchas más posibilidades de promoción profesional que otros empleos directamente afectados por la crisis económica.

Curiosamente, tal como denuncian algunos profesionales, en los institutos de la zona no hay enseñanza técnica alguna que esté enfocada a estos trabajos, como sí ocurre en otros puntos de Galicia donde la tradición marinera es muy similar a la de la Costa da Morte.