La emigración a Canarias es ya una sombra de lo que fue

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

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Calle céntrica de Puerto del Rosario, ayer, con menos bullicio del que era habitual
Calle céntrica de Puerto del Rosario, ayer, con menos bullicio del que era habitual MANUEL MORGADE

Los vecinos que resisten lo hacen sobre todo por los vínculos familiares

10 ene 2013 . Actualizado a las 12:23 h.

En la historia migratoria de la Costa da Morte, plagada de marchas y regresos, ahora toca de nuevo mirar hacia Suiza, adonde hace meses que están marchando muchos, emulando los caminos abiertos por padres e incluso abuelos, que comenzaron en 1959 con la primera gran hornada, con algún vecino de Cerceda entre aquellos pioneros.

Desde finales de los noventa, el destino que marcó la Costa da Morte fue Canarias, sobre todo las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Durante años, las llegadas fueron escalonadas, y en el 2003 se alcanzó el cénit, con centenares de vecinos de la comarca, probablemente más de mil (nunca hubo datos oficiales muy exactos, más allá de los facilitados en los concellos) afincados en municipios majoreros entonces muy prósperos. Familias enteras probaron fortuna en esas tierras más cálidas, abrieron bares y otros comercios, y bautizaron a sus hijos con nombres canarios que hoy comparten aulas, ya de vuelta, con los vecinos de toda la vida.

Poco queda de aquella riqueza. Muchos de los que aún resisten echaron raíces familiares, mantienen un trabajo, y así es complicado volver, en caso de que quisieran hacerlo. Hay quien se va directamente a Suiza.

María José Señarís Pereiro (38 años, 15 en la isla), de Viladabade-Tordoia, casada con un vecino de Sofán, explica que el cambio en este tiempo se nota «unha barbaridade». Nada que ver. «Antes escollías traballos, se non che gustaba un, marchabas e tiñas outro», recuerda. Ahora hay que estar a lo que hay, y algunas empresas pagan el sueldo base y no conceden vacaciones, por ejemplo. «Isto lémbrame moito a cando nós chegamos, está difícil de novo», cuenta. En la época de bonanza, no se miraban los precios a la hora de comprar, y ahora es lo primero. María trabajó hace tiempo en un concesionario y recuerda que había quien acudía a comprar uno «cos millóns no peto». También vio ascensos fulgurantes de gente de la construcción que en Galicia tenían formación escasa y en poco tiempo les iba muy bien.

Manuel Morgade Pallas, (51 años), de Carballo (lo mismo que su mujer), es también veterano, ya que lleva en Fuerteventura 16 años. En su caso, alejado de los sectores habituales, ya que es cámara de la televisión canaria. Gracias a su puesto, en aquellos años del bum, vio casos de gallegos en barracones, cerca de las obras de los hoteles, aunque los usuarios ganaban mucho. «Isto cambiou moito, pecharon comercios, a construción está a cero, o turismo hai, pero menos», dice. Reconoce que «fixéronse moitos cartos, pero tamén houbo moitos pufos, casos de que se xuntaban catro ou cinco e xa erguían unha promoción». Hay centenares de pisos vacíos, tal vez miles, «e antes, para atopar un, case o facías por recomendación».

Los precios ya se miran

Manuel coincide con María en que los precios se miran al detalle. Cree que el declive comenzó hace unos cuatro años, cuando la crisis llegó de golpe, igual que de golpe creció la isla. «Fíxose todo en cinco anos, en vez de ir máis planificado», señala.

Margarita Maroñas (40 años), de San Cremenzo de pazos (Zas), lleva casi ocho años en Matorral, al lado del aeropuerto, muy cerca de Puerto del Rosario, la capital majorera. Su marido, carballés, se quedó en el paro y se marchó a Suiza, donde ya había estado de niño, como ella. Y ella seguirá su camino en verano.

Le llama mucho la atención ver todo «abandonado», sobre todo algunas zonas en las que se hicieron pisos de más, exageradamente, y no se vendieron, o se los quedó el banco. En muchos casos ha habido que vallar para que no se llevasen lo que tenían. Un mundo distinto al de crecimiento que ella conoció al llegar. «Aquí quedan sobre todo os que mercaron e os que teñen a familia», apunta. El trabajo escasea y hay muchos que vienen de la construcción y que van tirando con las chapuzas. Otros se van a destinos como Cabo Verde o Guinea. El turismo aguantó bien este último mes, pero tampoco genera sueldos altos.

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Una emigrante recuerda que había quien iba con el dinero para comprar un coche