«Para mí, actuar es algo casi tan natural como respirar»

mar varela, m. v. m. CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

«La violación de Lucrecia» cierra la 20.ª edición del FIOT

30 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La actriz catalana Nuria Espert (Hospitalet de Llobregat, 1935), considerada, con justicia, como una de las grandes damas de la escena española, será la encargada de clausurar, mañana a las 21.00 horas (ya no quedan entradas), el Festival Internacional Outono de Teatro. Lo hará con La violación de Lucrecia, una producción de Juanjo Seoane dirigida por Miguel del Arco, que ha recibido los mejores elogios de la crítica y del público. Se trata de un montaje basado en el desgarrador poema de William Shakespeare y en el que Nuria Espert, única sobre el escenario, interpreta a cinco personajes muy diferentes. De todos ellos habló en Voces de Bergantiños, de Radio Voz.

-Cinco personajes diferentes y una obra muy dura. ¿Demuestra eso que Nuria Espert es una adicta al trabajo?

-El trabajo ya forma parte de mi manera de ser y el actuar casi ni lo puedo considerar un trabajo, sino que para mi es algo tan natural como el respirar.

-¿Qué es lo que hace que un tema clásico de Shakespeare siga triunfando en el siglo XXI?

-El título nos lleva ya a una violencia sobre la mujer y no hay que hacer muchos esfuerzos para relacionarlo con la situación actual. Pero, además, el poema es de tal belleza e intensidad que es un bordado magnífico. Los versos tienen una aparente sencillez que llegan muy fácilmente al público.

-¿Cómo suple la falta de interacción con otros actores?

-Hay interacción y los personajes dialogan. Tarquino, el violador, responde a los ruegos de Lucrecia, por ejemplo. Es algo complicado, pero se consigue. El éxito de la obra está en la comunicación que se produce entre el espectador y los personajes. Se consigue una gran conexión.

-El texto de «La violación de Lucrecia» llegó a sus manos hace muchos años. ¿Qué le llevó a retomar ahora el proyecto?

-No lo sé bien. Creo que fue un pálpito. Lo había leído hace muchos años, cuando leí todo Shakespeare como si fuese un bálsamo o un veneno que me dejó atada al teatro. Yo era muy jovencita y el texto me había emocionado muchísimo. Muchos años después volví a leerlo y pensé que podría ser un recital magnífico. Cuando lo retomé estaba metida de lleno en La loba, de Lilliam Hellman, y que haré el próximo año, dirigida por Gerardo Vera. Pero aplacé este proyecto porque surgió con una fuerza imparable el recuerdo de La violación de Lucrecia que tanto me había impresionado. Volví a tomar el texto y encontré la mejor de las versiones, con un verso blanco directísimo y muy fácil para la comprensión, y pensé que podría convertirse en una obra de teatro única.

-¿No es un montaje agotador?

-Sí, la verdad es que en eso no pensé para nada, desgraciadamente. Simplemente lo vi como algo muy hermoso y me lancé a ello. Después aparecieron todas las dificultades, porque solo los ensayos fueron durísimos y cada una de las representaciones es como escalar el Everest. Es una obra muy dura, pero me ha dado muchísimas satisfacciones. La satisfacción de haberla hecho cada noche es como darle gracias a mi cuerpo y a mi memoria.

-Demuestra que el retiro no entra en su agenda.

-No, aunque yo no tengo nada que decidir al respecto. Eso se producirá solo, porque se me irán las ganas de actuar o perderé la memoria, o no tendré la salud intacta para hacerlo, o dejaré de interesar al público... Yo no pienso dejarlo por voluntad propia.

-La crítica ha hecho hincapié en su trabajo y también ha alabado mucho el juego de luces del montaje, porque la escenografía es muy minimalista.

-Estoy acompañada por el mejor de los equipos, y capitaneándolo, el director, Miguel del Arco, que ha estado fabuloso en este espectáculo y me ha ayudado muchísimo. Sin Miguel esto sería otra cosa completamente diferente. Él ha puesto su personalidad de una manera fortísima y el entendimiento entre ambos ha sido la base de que la obra funcione como funciona. Él trajo a todos los especialistas de luz, de sonido..., y todos se involucraron muchísimo. El resultado es un equipo muy compacto que me rodea y que me protege y que hace que este espectáculo sea tan especial.

-¿Se va a convertir Miguel del Arco en uno de los directores a seguir?

-Ya lo es, porque a sus espaldas hay grandes trabajos, como La función por hacer o Veraneantes, que ahora está en Madrid y que es otra pieza genial. Miguel es el director que estábamos esperando. España tiene muy buenos directores, pero estábamos esperando una nueva generación y apareció Miguel.

-¿Qué es lo que tiene el teatro que tanto emociona al público?

-Lo que hoy consigue el teatro, lo conseguía ya en la antigua Grecia o en la antigua Roma, porque se trata de un ser humano hablándole a otro. Porque cuando actúas no le estás hablando a una cosa compacta, sino a cada una de las personas que están ahí. Cuando me subo a un escenario yo no le hablo al público en general, sino a cada uno de los espectadores. Trato de que cada persona, única, sienta y crea. Quiero que cada espectador sienta que actúo solo para él. El intercambio es tan personal, que ni siquiera la lectura, con el libro y el lector solos, frente a frente, crea esa atmósfera tan especial que tiene el teatro. Yo creo que todo eso ha hecho de que durante siglos y siglos el teatro sea el ocio preferido del ser humano.

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